Hoy voy dejar de lado la psiquiatría para asomarme a lo que debe ser muy frecuente en estos días y que ahora me ha tocado a mí vivirlo.
Debo controlar mi glucemia regularmente y el método que utilizo es la medición en casa con el glucómetro portátil mediante un pinchazo, así que cuando vi en el teléfono el anuncio de un glucómetro que mide la glucosa en sangre a través de la piel, no lo pensé mucho y lo solicité por Internet a un costo aproximado de 25 dólares.
Ansioso por la llegada del aparato e ilusionado porque ya evitaría esas puyadas tan frecuentes, llegó el equipo. ¡Oh desilusión!, se trataba de un simple oxímetro, que es un implemento médico que mide la saturación de oxígeno en sangre.
Me comuniqué con la empresa y me solicitaron que devolviera el envío a su país de origen, China, con un costo de envío superior al precio de aparato. Así se los hice saber y me ofrecieron quedarme con el aparato y en compensación me devolvían 9 dólares.
Me negué porque el error fue de ellos y después de algunas negociaciones me ofrecieron devolver 15 dólares y que conservara el equipo. Esto lo acepté. Del ahogado el sombrero, como dice el refrán.
Yo seguía interesado en dejar de pincharme el dedo y encontré otra oferta, esta vez de una marca de equipos médicos conocidos por su calidad y precisión.
Me dije que esta es una marca seria y buena así que lo solicité nuevamente, aprovechando la oferta del segundo con el 50% de descuento. Pedí dos con el pensamiento puesto en la posibilidad de vender uno y poder resarcirme de la pérdida de la primera compra.
Al fin llegaron mis dos equipos cuando ya había negociado uno de los dos. Recibí igualmente dos medidores de concentración de oxígeno en sangre, nada que ver con glucosa. Conclusión. Yo me sigo pinchando mis dedos, pero ahora tengo cuatro oxímetros, uno que ya tenía y tres que compre por Internet.
Creo que esa tecnología aún no la han inventado, aunque hay páginas que ofrecen aplicaciones para ese fin, medir la glucosa a través de la piel. Tengo que conformarme con mis pinchazos y el aprendizaje de solo comprar por Internet en páginas conocidas y no creer todo lo que la autopista de la información ofrece.
Esa estafa ocurre en cualquier ámbito, ya sea social, tecnológico, científico, comercial o de entretenimiento.
De allí que uno debe tamizar o contrastar la información recibida.