Hace unos cuantos años tuve la fortuna de conocer el buque escuela español Juan Sebastián Elcano, una hermosa nave cuya silueta, aunque tenía las velas recogidas, me transportó a esos viajes por el Pacífico de comienzos del siglo XX, donde reinaba un espíritu romántico y aventurero. Su nombre resume osadía y audacia, ya que Elcano fue el primero en dar la vuelta al mundo junto a Magallanes.
Pero tras esa imagen legendaria se esconde un barco donde las modernas tecnologías forman parte de su equipaje. Aunque la nave recorre los océanos cargado de estudiantes de la Armada española con objetivos de paz, porque su meta es la enseñanza y ser embajador de su país, también lo marca una cierta nostalgia representada en el nombre de sus mástiles: Blanca, Almansa, Asturias y Nautilus, pues así se llamaban los buques insignias que le precedieron.
El 11 de enero de 2025, el Juan Sebastián Elcano llevará a una pasajera muy especial y aunque es una estudiante más, tiene en su futuro ser la capitana general de las Fuerzas Armadas. Nos referimos a la princesa Leonor, quien sucederá a su padre, Felipe VI, en sus funciones de comandar a todo un ejército.
Hay otra pariente lejana de Leonor que ostenta cargos militares, la princesa Ana de Inglaterra, quien asumió los rangos que ejercía su sobrino Harry y actualmente es capitana general de la Marina Real.
Suponemos, porque no se ha escrito nada sobre ello, que Leonor es capaz de superar los vaivenes del barco, de lo contrario deberá tener a la mano una buena dosis de Dramamine, ya que la ruta es larga. Partirá de Cádiz, de donde salió Colón en su segundo viaje a América, y atravesará el Atlántico hasta llegar a Brasil, desde donde partirá a los puertos chilenos Punta Arenas y Valparaíso, en el Pacífico. En ese regreso a casa vivirá la emoción de atravesar el canal de Panamá para seguir a Nueva York, ciudad donde tomará un avión que la llevará a España para nuevamente unirse a sus compañeros en Gijón.
Cuatro meses de navegación esperan a Leonor y cambiarán a la princesa, que cada día va perdiendo sus rasgos de niña. Gracias al mar conocerá a otra gente y a diferencia de las nobles de antaño no sabrá bordar, pero sí izar las velas.