
Conocimos a un hombre que nos asombró por su oído en medio del ruido infernal, parecía abordarnos a la adivinanza o magia: captaba todo lo que hablábamos. Eso. Lo vimos sordo al bullicio. Nosotros no mostrábamos interés ante él ni ante nadie, pero él direccionó su oído hacia nosotras. Al acercársenos, inventamos nuestros nombres según acordamos… Fuimos Madona, Lady Gaga y un par de raperas más. Se nos quedó mirando como descubriendo la treta o magia.
Nuestro hombre mago se apegó para que bailáramos con él. El grupo se fue dispersando poco a poco. A mí me convenía quedarme, ¡era tan atractivo! Aunque pensé: seguro vino a besar a muchas chicas. La besuqueada -palabra horripilante- no iba conmigo.
Como fui la única sobreviviente del grupo, tomó confianza. Buscó mi boca, solo mi boca junto a su oído. No le entendía ni pío. Le seguí el juego. Seguro preguntaba sobre mí, mis amigas, la fiesta. Increíblemente procesaba todo como “voz a texto”. A más cercanía y confianza comencé a entender lo que me decía. En minutos, fui yo la que le dio puntapiés al ambiente y ruido atronador. Su interés y rendimiento auditivo me contagiaron, mejor dicho: me importaba él y solo él, así que le eché ganas al asunto. Finalmente, mantuvimos una conversación fluida.
Envuelta en la conversa, empecé a escudriñar detalles, piropos e indirectas. Es decir, me dispuse a escucharlo como si fuera desnudando —no seas malpensado— mi personalidad. Ese hilo conductor nos convirtió en amigos.
Como habrás observado, la habilidad de eliminar el ruido para escuchar a otros se llama Efecto Fiesta Coctel, aunque no guarde relación con brindis ni fiesta. Es simple: excluye toda rémora de vibratos perturbadores que impidan aguzar tus oídos.

https://www.facebook.com/charito.concha