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Carmen Concha-Nolte

Vueltas en off,<br/> por Carmen Concha-Nolte
179c, Carmen Concha-Nolte

Vueltas en off,
por Carmen Concha-Nolte

Me oxigeno diariamente cerca de casa. Voy por rutas conocidas: camino, mejor dicho, repaso veredas hasta sacarles lustre. De un tiempo hasta hoy, las caminatas han variado. Cuando voy en ruta, sin ir muy lejos, algo ocurre y me detengo. Antes de confiar lo que me ocurre, déjame decirte que soy fiel caminante como para propiciar detenciones adrede, a no ser que algo superior me lo exija. Confieso que repentina y repetidamente, en ruta, volteo en seco y prosigo. Repito, no soy consciente de estas vueltas. Me atrapa la mecánica de trajinar por las veredas a nivel, en subida, en desnivel. Desde siempre me he mostrado despreocupada del trayecto. Pero hoy debo indagar ese «algo» que justifica mis vueltas. En ruta, no me detengo hasta que algo —repito— me fuerza a dar muchas vueltas en off…...
Mi escucha,<br/> por Carmen Concha-Nolte
158d, Carmen Concha-Nolte

Mi escucha,
por Carmen Concha-Nolte

En casa, siendo muy pequeña, escuchábamos más radio que tele. Los actores de radionovelas me traían loca. De otro lado, las arengas de los mercados, como envoltorios frutales, me dejaban perpleja. Ciertamente, ambos giros del habla encendieron la «escucha» para apresurar mi escritura timorata. Tímida llegué a la capital. En el cole me asignaron un aula provisional en la recta de la cocina, por si me animaba a hornear algunos trazos a lápiz. En realidad, más ambicionaba leer que escribir. Empecé torpe. Borraba más que escribía. Amortajaba las oes de sopetón. El borrador se gastó de un plumazo. Subí sílabas al margen y al pie de páginas encontré dígrafos (ch) que encorvaron mi entendimiento. Por fin, después de meses, leí con soltura. En los próximos años, entendí el cuento Ojos de per...
Amigo azul, por Carmen Concha-Nolte
153a, Carmen Concha-Nolte

Amigo azul, por Carmen Concha-Nolte

Azul llegó a la universidad sin pizca de zonzo y asombrado. Varios miramos su rezuma de melancolía, de vacío y lo ayudamos. Acompañada de una amiga cubrí su nido vacío, tan vacío que unos estudiantes buena gente desempacaron su hombría juvenil.Parecía un diplomático con camisa alisada más un chofer a su servicio. Era alto, oriental, cándido en versión suprema. Sus ojos rasgados y español delicioso le imponían prestancia, pero cuando empezó a contarnos sus andanzas con los estudiantes buena gente, el color de su mirada rasgada cambiaba.Como un tobogán, vimos su transformación de azul garzo a azulete intenso. Él nos contaba sus visitas a las casas «previo pago». Pasaba de un detalle a otro con su nariz apagada, pero se le encendía de vergüenza si lo mirábamos fijamente.Azul dijo que las chic...
Quitaipón,<br/> por Carmen Concha-Nolte
147b, Carmen Concha-Nolte

Quitaipón,
por Carmen Concha-Nolte

En la noche muy dormidos, eso sí, las parejas no dejan de jugar. No dudamos que un sentido de propiedad los avasalla en penumbra y quitan el ropaje que los cubre dejando al otro descubierto y sin calor. Este juego parece una avalancha por tomar la cubierta mancomunada para cubrir el cuerpo, no la desnudez, pues por asuntos obvios muchos optamos por el pijama. El juego empieza cuando uno, que no quiere molestar por sus ronquidos, silbidos o lo inconfesable, se arrincona al borde de la cama. Ya en el rincón, tira, corre el edredón —cobertor, colcha, o como le llame— para su lado. Este asunto de hurto es gracioso y hasta culposo cuando la otra persona despierta sin edredón y con el frío puesto de pijama. Mientras, él o la ladroncilla, para remediar la falta, arrima y repone lo robado como ...
La que no está,<br/> por Carmen Concha-Nolte
139b, Carmen Concha-Nolte

La que no está,
por Carmen Concha-Nolte

Una dama es reina sin participar en certámenes de belleza. Eso sí, tiene una corona bien puesta. Florece en otras lenguas por ser la reina del relato conciso. Ana María Shua (escritora argentina) ostenta el reinado de provocar mil sentidos en sus escritos. Ella, probablemente, ignora que jugó con el mundo artificial y robótico… Creo se anticipó al juego de la mujer virtual. ¡Oh!, ella eleva todo a otra dimensión. Esta soberana tiene un relato que perdurará con mayúsculas en el imaginario de quienes lo lean y relean. Se vale de formas lúdicas para nombrar lo inasible como La que no está. Novelar la ausencia es justificable, pero hacerlo con escasas palabras es una maravilla, y titularla La que no está reconfigura a cualquiera. La reina usa una frase figurada para talar nuestro oído...
Pasión extra,<br/>por Carmen Concha-Nolte
131b, Carmen Concha-Nolte

Pasión extra,
por Carmen Concha-Nolte

Los novios enrumbaron a su luna de miel cargando como equipaje de mano kilos de arrope y melaza a todo hervor. Bueno, sus manos no tardaron en cruzarse. Al descender del avión, el frío los apretujaba, y sus abrigos de estreno impidieron que se filtrara el clásico viento sur de la zona. En el hotel, no hubo tiempo de desempacar nada. Sin correr las cortinas, la última prenda cayó destronada del corpiño… La pasión trascendió sinfín. El esposo montó el fastuoso Luna park o parque de diversiones y le bajó repetidas lunas a su tibia esposa. A la mañana siguiente, el muy acaramelado le dijo que conocerían la ciudad, sobre todo La Bombonera. ¡Oh!, ella creyó que a las confiterías las llamaban bombonas. ¡Caramba!, eran tiempos sin conexiones de Internet, sin cibercafés, sin teléfonos inalámb...
Conocer a un Nobel,<br/> por Carmen Concha-Nolte
126c, Carmen Concha-Nolte

Conocer a un Nobel,
por Carmen Concha-Nolte

Mi futura madre —auxiliar en una escuela — quedó fascinada con la personalidad del joven Vargas Llosa. Ella, veinte; él, apenas dieciséis. Con ese puñado de años él propiciaba comentarios en toda la escuela: imponente, astuto, periodista en una redacción, agitador de una huelga estudiantil y ávido por el quehacer cotidiano de todos.De mucho se fue apropiando Mario, sobre todo del aprecio y su celeridad para capturar el mundo. Un día, pasó apurado por el patio de la escuela, y caminó al parejo de mamá, y llevaba periódicos, y casi se cae a sus pies en tono suplicante. Ella, seguramente, hubiese sacado fuerzas de debilidad para ayudarlo a levantarse, claro, excepto si al caer le hubiese desajustado su falda kilométrica.Mamá contempló y admiró al joven durante su último año de secundaria. En ...
Fiesta coctel, por Carmen Concha-Nolte
121a, Carmen Concha-Nolte

Fiesta coctel, por Carmen Concha-Nolte

Conocimos a un hombre que nos asombró por su oído en medio del ruido infernal, parecía abordarnos a la adivinanza o magia: captaba todo lo que hablábamos. Eso. Lo vimos sordo al bullicio. Nosotros no mostrábamos interés ante él ni ante nadie, pero él direccionó su oído hacia nosotras. Al acercársenos, inventamos nuestros nombres según acordamos… Fuimos Madona, Lady Gaga y un par de raperas más. Se nos quedó mirando como descubriendo la treta o magia. Nuestro hombre mago se apegó para que bailáramos con él. El grupo se fue dispersando poco a poco. A mí me convenía quedarme, ¡era tan atractivo! Aunque pensé: seguro vino a besar a muchas chicas. La besuqueada -palabra horripilante- no iba conmigo. Como fui la única sobreviviente del grupo, tomó confianza. Buscó mi boca, solo mi boca jun...
Veraneantes obstáculo,<br/> por Carmen Concha-Nolte
116b, Carmen Concha-Nolte

Veraneantes obstáculo,
por Carmen Concha-Nolte

Asombrada con una esplendorosa luna, vi el instante decisivo de las tortugas marinas en tierra. Sabía que juegan a tierra, mar; tierra, mar. No aludo a canciones infantiles, sino a ciclos de vida. Ellas eclosionan en tierra, retornan al agua, se repatrian a tierra a desovar y regresan al mar. Los machos jamás reculan a tierra. Majestuosamente, contemplé sus pasos fijos y aleteos lentos como quien esparce la arena. Recorrieron escasos metros. Apuntaron el terreno para el decisivo desove. Las miré agotadas. Fueron decenas y decenas. Muchos veraneantes infructíferos desoyeron toda prudencia. En instantes previos al momento más crucial, las retrataron creyéndose paparazis, prendieron centenares de linternas apuntando sus ojos, permitieron que niños las cogieran e intentaran pintar sus ca...
Por un badajo, por Carmen Concha-Nolte
114a, Carmen Concha-Nolte

Por un badajo, por Carmen Concha-Nolte

Un buen día, estuve a punto de perder mi primer trabajo por unas ondas acústicas o, simplemente, un teléfono malogrado entre mi salón de clase y un auxiliar que lejos de auxiliarme me incriminó por su defectuoso oído. En el aula, mis alumnos estaban felices comentando un cuento. Solía, desde mis primeros años como maestra, poner las palabras en contexto o teatralizarlas. Empecé: Está en un lugar oscuro y abierto… La echamos andar para llamar… Para cuando solté estentóreamente «badajo», pasó un auxiliar cerca del aula. Al minuto, ella entreabrió la puerta y me dijo que la directora quería conversar conmigo. Muy suelta de huesos acudí a la oficina de la directora. Sabía por dónde iba el malentendido acústico. Ella me preguntó por mis clases. Contesté que estaba fascinada con mis estudi...
Quien no te conoce… por Carmen Concha-Nolte
92b, Carmen Concha-Nolte

Quien no te conoce… por Carmen Concha-Nolte

Papá crió siete hijas junto a mamá. Siendo sincera, él disfrutó esta labor, la más dura de su vida. Si la veo en retrospectiva, pienso que la situación social y política de ese tiempo era pesarosa; sin embargo, pasó desapercibida debido al carnaval pintoresco que le regalaron sus hijas queridas.En su día a día, mi progenitor vivió en versatilidad absoluta. Una de su tribu cantaba, otra se sentía nostálgica, las más sociables exigían lo impuesto por la moda, mientras las restantes caminaban a pasos acelerados. "Quiero ser paracaidista, a mí nadie me detiene", decía la menos cuerda. "Yo amo el teatro y los besos de galanes…", se amotinaba la más avezada.Pobre pa’, cuando no podía calmar a sus hijas, y a manera de reflexión, estampaba: "Hijita, el que no te conoce te compra". Quién iba a imag...
Dama coruscante, por Carmen Concha-Nolte
99c, Carmen Concha-Nolte

Dama coruscante, por Carmen Concha-Nolte

Así que aquí estoy, develando recuerdos coruscantes de quien iluminara mi vida y la casa: ella y solo ella. La primera vez que ella brilló ante mí fue cuando le daba de lactar a mi hermana. La alimentaba mientras ejercía el rol multiusos: cambiar, peinar, arropar, tender, preparar… y todo a punto. En una fiesta familiar, fue la segunda oportunidad que refulgió su belleza. Sus ojos verdes coruscaban sin cesar. Entre su guardarropa, un vestido color cielo jaspeado le dio rango de reina. Gracias a esa elegancia y finura yo conocí la estética. Vestida con distinción, ella recordaba sus «retretas» por la plaza. Desde pequeña y bien portada, tocaba el piano divinamente. Sus deseos de ir al conservatorio y/o estudiar farmacia se truncaron. La tercera vez que brilló, única y trascendental, f...