Mi escucha,
por Carmen Concha-Nolte
En casa, siendo muy pequeña, escuchábamos más radio que tele. Los actores de radionovelas me traían loca. De otro lado, las arengas de los mercados, como envoltorios frutales, me dejaban perpleja. Ciertamente, ambos giros del habla encendieron la «escucha» para apresurar mi escritura timorata.
Tímida llegué a la capital. En el cole me asignaron un aula provisional en la recta de la cocina, por si me animaba a hornear algunos trazos a lápiz. En realidad, más ambicionaba leer que escribir.
Empecé torpe. Borraba más que escribía. Amortajaba las oes de sopetón. El borrador se gastó de un plumazo. Subí sílabas al margen y al pie de páginas encontré dígrafos (ch) que encorvaron mi entendimiento. Por fin, después de meses, leí con soltura. En los próximos años, entendí el cuento Ojos de...