Hoy tu ego te ofreció otra imagen de ti y confiada, creyendo finalmente que eras tú, vestiste de seda tus pensamientos y erguiste la cabeza hacia el camino que venías transitando como si ahora fuera otro. Como quien quita una cortina, donde había sol veías sombras y donde había sombras sonreíste, empujando las tercas nubes que insistían en bloquear la luz que la generosidad de tu ego te ofrecía. Alabaste el cielo y la tierra, vislumbraste alegrías y acariciaste el misterio de las cosas insondables, prometiendo una flor por cada piedra que pisabas. Al verte derrochador, tu ego de repente se cansó y se cerró sobre ti. Y en el momento en que las estrellas se cansan de conversar, buscaste el origen del pequeño círculo de luz lunar que insiste en entrar por la ventana de tu cuarto y hoy como ayer, pensando finalmente que eras tú, tu ego volvió a sonreír.