Humo fugaz, por Alfredo Behrens

ler em português
read it in English

Durante un atardecer soleado yo estaba sentado en la terraza de mi café favorito cerca de casa. Disfrutaba de la sombra de unos árboles y del aroma del café expreso mientras me fumaba un puro y leía un libro de Irene Vallejo. De repente, un mendigo de la calle se me acercó, cortés pidiéndome un cigarro. Preguntó tan humildemente que por un momento no entendí lo que quería, pero un gesto suyo me hizo entender que él también quería fumar. Por suerte tenía varios cigarros y le ofrecí uno.

El rostro del mendigo se iluminó con una mezcla de alegría y gratitud cuando recibió el cigarro. Ver la felicidad en su rostro me hizo sentir bien, también me ofrecí a encender su cigarro y él amablemente aceptó con una sonrisa, inclinando la cabeza.

Sus ásperas manos protegieron del viento la llama de mi encendedor, y por un instante tocaron las mías. Tan pronto como encendí el cigarrillo, se volvió hacia mí y me dio las gracias, su voz llena de sinceridad. Me dijo que no había fumado un cigarro en años y que este era un gran regalo para él. Lo invité a sentarse conmigo en la mesa. Nos sentamos en silencio disfrutando del momento y del agradable humo que se disipaba a nuestro alrededor.

Cuando me levanté para irme, el señor también se levantó y me dio las gracias de nuevo. Pude ver el aprecio en sus ojos, y me tocó el corazón. Fue el humo lo que lo atrajo a mí, y la amabilidad en la comunión hizo más brillante nuestro atardecer, sin más que un fugaz contacto de manos y el haber sido envueltos por el humo de nuestros cigarros.

del mismo autor