La Conferencia Quinquenal de la Sociedad Geológica no pudo haber elegido peor lugar. Asele, en Etiopía, reunió a doscientos de los mejores geólogos del mundo para el debate explosivo: “Por qué la Deriva Continental Sigue Siendo Pura Charlatanería Científica.”
El Profesor Harold Blackstone se acomodó la corbata de moño antes de subir al escenario, saboreando la expectativa. “Queridos colegas,” comenzó, su voz resonando por el auditorio improvisado. “Estamos aquí hoy para acabar de una vez con esta leyenda de la deriva continental. África se ha quedado quieta desde siempre, y yo me quedo aquí—firme en mi convicción!”
Pero nadie sabía que Asele estaba justo encima de las placas tectónicas africana y somalí separándose. Como en una película, un rugido profundo sacudió todo el edificio. Los vasos de agua temblaron en la mesa del coffee break.
“Solo un temblorcito local,” Blackstone desechó la idea. “Volviendo al absurdo de estos continentes moviéndose—”
Una grieta apareció en el piso del escenario, justo entre sus zapatos lustrados. La audiencia se inquietó cuando grietas similares se extendieron por el piso del salón.
“¡La prueba contra la deriva es total!” Blackstone gritó, hablando más fuerte por el ruido, mientras abría las piernas sin darse cuenta para equilibrarse en el hoyo que crecía. “Estos continentes son fijos, inmutables—¡SANTO CIELO!”
La grieta se convirtió en un abismo. Blackstone se encontró haciendo un split cada vez más desesperado, las piernas yendo hacia placas tectónicas opuestas.
En la audiencia, se armó el caos total. Las sillas comenzaron a deslizarse hacia lados opuestos. El salón entero se estaba partiendo por la mitad. Los fanáticos de Wegener quedaron en la placa somalí, mientras que los escépticos de la deriva se aferraron a los muebles del lado africano.
Los reporteros corrieron a filmar—geólogos midiendo desesperadamente su propia situación, estudiantes recogiendo piedras de la tierra recién aparecida, y en el centro de todo, el Profesor Blackstone en una gimnasia imposible mientras el hoyo crecía.
“¡Tal vez necesite… replantear… mi posición!” Blackstone jadeó, la voz tensa mientras su dignidad desaparecía en el valle que se abría debajo de él.
Del otro lado de la división, la Dra. Elena Rivera se rió fuerte por lo que rápidamente se convertían en dos auditorios separados. “¡A ver si la tesis de Wegener solo va a ser aceptada después de que el último geólogo escéptico muera en un split entre dos placas tectónicas!”
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