La implacable censura del cine – Luli Delgado

La censura en el cine viene rodando desde lejos. Tal vez su expresión más conocida haya sido el llamado Código Hays, en vigencia desde 1930 a 1968, pero ya cuando eso a Edison le habían cortado un beso de dieseis segundos por considerarlo ajeno a la moral.

Siempre hubo quien prohibiera, y eran prohibiciones que venían desde arriba, Hollywood, los gobiernos, la Iglesia, y por lo tanto termina por ser incontable la cantidad de películas que o no llegaron ni a nacer, o fueron mutiladas.

Yo voy a irme específicamente a mis memorias de infancia y adolescencia, que puede que sean remotas, pero son más recientes que Hays y el beso de Edison.

Recuerdo la época en la que, en la Misa de los domingos, el Padre Alterio recomendaba las películas que se podían ver. No conseguí la lista que se leía en Caracas, pero encontré ésta de Medellín.

Me quedaba pensando en qué tendrían las que quedaban del lado de afuera. Pero mi imaginación para esa época no era muy elaborada ni yo estaba muy al tanto de la cartelera, así que la pregunta se quedó de ese tamaño.

Pero ahora me pregunto si el Padre Alterio llegó a ver alguna de las películas prohibidas, o si algún feligrés, justo porque era lo que no se debía hacer, habría salido calladito a ver de qué se trataba.

Después de todo, era la época en que si llegabas al Cielo cuando te murieras era apenas por un milagro, porque en la mejor de las hipótesis el purgatorio era lo menos que te tocaba, eso si las llamas eternas del infierno no terminaban por ser el destino final. Una más, una menos no iba a hacer mucha diferencia.

Más adelante armamos toda una estrategia de adolescentes comando y nos fuimos una tarde a ver Friends (1971) en el Cine Florida, pero todavía no habíamos crecido lo suficiente para montar un esquema inviolable y terminó por saberse. El escándalo no fue la película, sino el que nos armaron en nuestras casas!

También recuerdo, eso por los comentarios de mis hermanos, la sentencia sin apelación en contra de El Último tango en París, (1972) que más tarde logré ver con mi cédula en orden. La verdad lo que me pareció digno de censura fueron la rata muerta, por asquerosa, y la reguera de sangre en la bañera, porque no me termina de convencer eso del suicidio.

Daría la impresión de que el revuelo de El Vaticano cuando se estrenó la versión filmada de El Código Da Vinci (2006) dirigida Ron Howard, por fue uno de los últimos mohicanos del imperio de la censura. Ahí sí no hubo caso. La tinta con las advertencias del arzobispo Angelo Amato, instando a los cristianos a boicotear la película, no se había terminado de secar cuando las colas para entrar al cine le daban la vuelta a la manzana. ¿Qué hubiera dicho el Padre Alterio?

Resulta que ahora el nombre del juego es otro, podemos ver lo que se nos antoje, pero no aguantamos una escena “fuerte” más, y los cineastas pueden filmar lo que mejor les parezca, siempre y cuando al público le guste.

Tambén ahora es más difícil que terminemos todos en el infierno.

Pero de todo esto nos quedó la ñapa del insuperable final de Cinema Paradiso, que es de antología.

Seguro que estaban pensando en este filme los que leyeron lo que escribí hasta aquí.

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