Gente que Cuenta

La mafia del boom,
por Victorino Muñoz

Vincent van Gogh Atril press
Vincent van Gogh,
Los libros amarillos, 1887
Fuente: https://www.meisterdrucke.fr/

Leyendo recientemente el libro “Los nuestros”, de Luis Harss, recordé unas notas que tomé para un artículo que publiqué sobre el boom de la literatura latinoamericana. No voy a hablar de libros. Solo quiero mencionar ciertas peculiaridades que entonces subrayé de esas personalidades, a quienes se atribuye ser lo más conspicuo de dicho movimiento literario, si es que fue tal.

Me refiero a eso que se dio en llamar la mafia del boom: Carlos Fuentes, Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa, Julio Cortázar. Hay varios detalles que llaman la atención de esta reunión de nombres.

Lo primero, es que sean de nacionalidades distintas: México, Colombia, Perú,  Argentina. Ninguno se repite. Pero más curioso aún es que cada uno es representante de los países con mayor cantidad de hispanohablantes, a la vez que, para ese entonces, las economías más grandes de la América de habla hispana (aunque actualmente Chile es el que ocupa el cuarto lugar).

Dos de ellos provenían de familias con un poco más de recursos: Vargas Llosa y Carlos Fuentes. Obtuvieron títulos universitarios, hasta el doctorado. Cortázar era hijo de un diplomático; sin embargo, el divorcio dejó a su madre en una situación algo precaria. Él y García Márquez iniciaron en la universidad; pero abandonaron, porque debían trabajar. Fueron, no obstante, grandes autodidactas.

Políticamente, Cortázar se inclinaba hacia la izquierda; Carlos Fuentes también, pero de manera moderada. Vargas Llosa era neoliberalista y también algo conservador, con tendencia a la derecha, pese a haber simpatizado con el comunismo en su juventud.

Podemos hablar, ahora, de la forma de vestir: García Márquez con sus guayaberas, el típico caribeño; la vestimenta de Carlos Fuentes es de playboy; Vargas Llosa, el más formal de todos, casi siempre iba de saco y corbata.

Hasta físicamente resultaban contrastantes: Cortázar altísimo (dicen que llegó a medir 1,95); García Márquez, por el contrario, algo rechoncho; Vargas Llosa, de talla media, un poco más atlético (siempre practicó algún deporte de manera regular); Carlos Fuentes tenía pinta de galán de película mexicana de los 50, sobre todo con ese bigote.

Y cada quien cumplía su rol dentro del grupo. Si hubieran sido un equipo haciendo el trabajo escolar, diría que Gabo era el chistoso; Vargas Llosa el aplicadito; Cortázar el de las ideas geniales, pero a veces se perdía en las nebulosas; y Carlos Fuentes fue el que metieron para que no lo aplazaran en la asignatura.

Hay quienes dicen que no hubo tal boom, que fue un invento o una estrategia de marketing. Más allá de la calidad de sus libros, todo esto da qué pensar. Si hasta parece que los escogieron como hacen con los grupos de cantantes juveniles. Cada uno con una personalidad y como encarnando un estereotipo. No sé. Ustedes me dirán.

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Victorino Muñoz valenciano, autor de "Olímpicos e integrados", ganador del Concurso de Narrativa Salvador Garmendia del año 2012 y "Página Roja", publicado en la colección Orlando Araujo en el año 2017. rvictorino27@hotmail.com Twitter:@soyvictorinox Foto Geczain Tovar
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