Ravidat se llevó una buena sacudida, pero nada más. Entonces se levantó y sacando una linterna de bolsillo que cargaba, comprobó que se encontraba en una espaciosa caverna natural y que su perro estaba sano y salvo. Llamó a sus compañeros para que bajaran con cuidado y una vez que estuvieron todos juntos, se dedicaron a examinar la caverna, cuyas paredes brillaban y relucían. Al principio ninguno nota nada de particular . . . pero entonces uno de ellos les llamó la atención sobre unas rayas en las paredes y los techos y fue entonces cuando al mirar con atención a la débil luz de la linterna se dieron cuenta de que estaban ante una fantástica colección de pinturas murales con figuras de personas y animales de formas desconocidas para ellos . . .
Los jóvenes en el colmo de la agitación salieron en busca de mecates y lámparas más fuertes para explorar la caverna, y ante sus ojos maravillados comenzaron a aparecer verdaderas obras maestras de un colorido tan vívido y tan fresco que parecían estar recién pintadas. Por aquí un extraño animal parecido a un reno, pintado con maestría y unos colores realmente increíbles… más allá una extraordinaria escena: una forma humana… quizás un hechicero… con cabeza de ave, siendo atacado por un bisonte de colores sencillamente impresionantes. Pájaros, toros, bisontes, osos, caballos salvajes, renos, maravillosamente ejecutados con trazos tan finos y a la vez tan firmes que recordaban dibujos japoneses.
