Es indudable que después de las célebres pinturas de Altamira, las de Lascaux son realmente maravillosas, no sólo por la maestría de su ejecución, sino por algo realmente increíble . . . su perfecto estado de conservación . . . Los colores lucen frescos y brillantes y los matices tan perfectamente delicados que es una experiencia sobrecogedora el ver esta obra del hombre pre histórico. El proceso de radio-carbón arroja sin lugar a dudas, una antigüedad de 17.000 a 20.000 años, y lo insólito es que estas obras maestras pintadas hace tantos siglos, no sólo se conservan como si estuvieran recién terminadas, sino que la técnica de color y de trazado es casi contemporánea.