Leer entre líneas,
por Soledad Morillo Belloso

Palabras. Unas que se dicen, y otras que se callan. Entre ambas, en ese espacio invisible, habita el sutil lenguaje del alma. Leer entre líneas no es traducir lo que se ve; es sentir lo que se oculta, escuchar lo que no se dice.

Es en las pausas donde se revela la verdad. En el silencio que sigue a un “estoy bien”, en la mirada que se desvía justo antes de una respuesta. Leer entre líneas exige abrirse a lo incómodo, a lo incierto, a lo que quizás no queremos ver. Es aceptar que las palabras son apenas la superficie, y que debajo de ellas hay un océano de emociones, dudas y deseos.

Este arte no se aprende en libros ni en clases. Se cultiva en la paciencia de escuchar con el corazón, en la humildad de admitir que no siempre entendemos todo. Leer entre líneas es un puente hacia el otro, una forma de conectar más allá de las máscaras, de las apariencias, de los papeles que jugamos.

En un mundo tapizado de ruido, de frases que llenan el aire sin anclar en el alma, leer entre líneas es un acto de rebeldes. Es detenerse ante lo obvio y explorar el terreno de lo invisible, ese espacio donde se esconden las emociones que no encuentran voz, los secretos que bailan solitarios en las sombras.

Leer entre líneas es prestar atención con el alma. Es sentir la tensión en el aire cuando alguien dice “no me pasa nada” y descubrir, en ese quiebre de la voz, el tedio de un corazón agotado.

Entre líneas está el diálogo. Allí vive lo que no se atreve a salir, lo que no encuentra las palabras precisas, lo que se oculta tras el velo del “todo está bien”. Entre líneas están los miedos, los anhelos, las contradicciones que nos hacen lo que somos.

La vida se escribe tanto en lo que decimos como en lo que callamos. Quien sabe leer entre líneas descubre que, en esas pausas, en esos suspiros, hay poesía de la existencia.

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