
Mi mente y mis pensamientos, 2023
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Uno de mis superpoderes es conocer el contenido de mi propio pensamiento. Puede sonar un poco ridículo, tanto por el hecho de considerar que esto sea un superpoder, como por el hecho de que podría creerse que todo el mundo conoce su propia mente. Pero no es así.
Me temo que el común de las personas, en la mayoría de los casos, no solo reaccionan de una manera hasta cierto punto irracional, basándose en temores, prejuicios y otras causas que no están precisamente al alcance de su razón, sino que incluso toman decisiones importantes, como apostar, elegir pareja o votar por alguien para presidente, simplemente por seguir un impulso, porque tuvieron una corazonada, se sienten atraídos, la persona les parece simpática, etc.
Y caso contrario, pueden rechazar a alguien que les ha desagradado apenas lo ven, aun sin conocerlo. Si uno les preguntara la causa de tal rechazo, no sabrían responder o dirían algo como: no sé, me cae mal, no me inspira confianza. Podría argumentarse que esto sería un mecanismo de defensa, para evitar mayores males. Pero la cantidad de estafas que pululan por allí demuestra que tal mecanismo es sumamente infuncional.
El punto es que yo no me dejo llevar por esto, lo evito a toda costa. Cuando una persona o una situación no me agradan, trato de preguntarme por qué será. A menudo descubro que la base del rechazo no está en la persona o en la cosa, sino en mí, quiero decir, en mis experiencias previas de vida, experiencias no gratas, que por alguna razón parecen revivir ante dicha persona.
De este modo, procuro estar alerta para no tratar mal a quien no conozco y a quien no lo merece; o en todo caso, sólo lo hago a manera de reacción, es decir, trato mal si alguien en realidad se lo merece, por lo que ha hecho. Y gracias a ello, suelo ser ecuánime en los juicios y acciones, o al menos trato.
He tenido esto tan en práctica que rara vez, yo diría que casi nunca, he usado la expresión en cuestión: esa persona me cae mal. Es bueno esto para mi profesión, ya que doy clases. Y debería ser justo al aplicar evaluaciones a mis estudiantes, sin basarme sólo en el agrado o desagrado que me inspiren para asignar una calificación.
Solo en una ocasión puedo decir que me encontré con un estudiante que me desagradaba demasiado. Aprobó y no lo vi más; pero nunca supe por qué lo consideraba tan detestable. Tal vez en realidad era un idiota, porque para todo hay una excepción.
