La tarea, 1943
Este relato fue uno de los ganadores del concurso Atril.press en su segundo aniversario.
Hay cosas y circunstancias que no se quedan en nuestra memoria por mucho tiempo. Hay otras que son imperecederas, muchas de ellas relacionadas con los que siempre están en nuestro corazón.
También se dice que, con el paso de los años, son los recuerdos más antiguos los que mejor recordaremos. De hecho, por lo que he visto con las personas mayores, en realidad se vuelven muy vívidos y toman el lugar de la realidad actual, y los personajes antiguos y actuales se confunden. Han pasado muchos años, pero aún no tantos para que esta sea mi situación. Es cierto que recuerdo cada vez con más claridad las cosas pasadas, pero sin que eso me haga perder el contacto con la realidad. Mis hijos son adultos y cada vez estoy más consciente de ciertos acontecimientos de sus vidas: cómo nacieron y cómo crecieron y se desarrollaron. Son muchas las historias que guardo, y esta es una de ellas.
Habíamos llegado a los Estados Unidos con nuestros hijos pequeños. El tiempo, los años, pasaron mientras tratábamos de mantener la lengua portuguesa en casa. El portugués, a pesar de nuestros esfuerzos, se nos escurrió entre los dedos. La convivencia con los amigos de nuestros hijos, y con sus padres, era constante. Por lo tanto, el inglés prevaleció inevitablemente. Pero ellos me llamaban mãe y a su papá lo llamaban pai. Un día, Joca trajo una tarea de la escuela para escribir un libro sobre su padre, rechazando cualquier ayuda. Muy dedicado a su trabajo, fue a la computadora y, guiado solo por la tecnología, comenzó a escribir. Allí se quedó trabajando y, al final, volvió con unas hojas A4 escritas de tal forma que, dobladas por la mitad, se podía coser y hacer un cuaderno. Traicionado por la homofonía entre padre y pie (pie, en inglés) en la portada escribió el título del libro: My Pie.