
Sin título, c. 2016
https://eschaco.com/
Manolo aceptaba que la palabra opinofilia no existía en el diccionario de la RAE, era un hecho. Él simplemente la había inventado para retratar la afición extrema que tenemos a opinar y la facilidad con que las redes sociales convierten opiniones en verdades.
─ Pero ¿qué quieres Manolo? ¿Que no opinemos? ─ le pregunté.
─ Solo creo que pensar antes de opinar puede ser interesante.
─ Pensar ¿en qué? ─ yo no iba a soltar el hueso tan fácilmente.
Entonces Manolo enumeró una detallada lista de temas a pensar: ¿hace falta mi opinión?… ¿tengo alguna autoridad para hablar de eso?… ¿por qué quiero opinar?… ¿merece la pena opinar?…
Con un gesto de la mano le sugerí que ya había entendido y le dije que me parecía una quimera lo que estaba proponiendo.
─ El mundo ─ comencé mi argumentación ─ no funciona así, Manolo, la gente opina y contrasta sus opiniones, conversa, se relaciona y….
─ …se pierde opinando sobre las opiniones de los otros ─ me cortó ─. Pero está bien, entiendo lo que me quieres decir, debemos aparentar que nos comunicamos. No se nos puede pedir demasiado.
La sensación de que Manolo me dé la razón no me es familiar y por eso desconfié de inmediato.
─ ¿Eso es todo? ─ insistí.
─ Tienes razón, no tengo mucho más que opinar ─ me dijo encogiéndose de hombros.
Ahí estaba la trampa, Manolo me daba por perdido. Su aceptación a mi razonamiento era solo una manera de decirme que no quería perder tiempo. Me molesté y así se lo hice saber. Con una sonrisa beatífica me aseguró que no se trataba de eso sino de algo muy importante que acababa de comprender.
Manolo había estado hablando de opinar frente a los demás y ahora descubría que el verdadero esfuerzo estaba en dejar de opinar ante uno mismo. Cuando vemos o escuchamos algo, automáticamente, dentro de nuestra cabeza, pensamos una opinión, aunque no la digamos. Opinamos del absurdo tatuaje de la señora, de la inútil vehemencia juvenil, de los que creen y de los que no creen en algo. No somos capaces de dejar de opinar en nuestro interior.
─Ahora pienso ─ concluyó ─ en la cantidad de energía que pierdo cuando hago eso y en lo feliz que podría ser si detuviera esa máquina perversa y simplemente me dedicara a observar sin juzgar… solo mirar como se mira a una hoja de sauce, sin más… eso es de lo único que puedo hacerme responsable, de mi propia opinofilia ─ me miró con pícaro interés─ ¿tú qué crees?
Sé que Manolo me tentaba para opinar y todavía estoy pensando qué decir.

Profesor universitario de Literatura del Renacimiento y Teatro Contemporáneo. Escritor de ficción para cine, televisión y literatura, especialmente policial. Sus novelas “Por poco lo logro” y “Serpientes en el jardín” se consiguen en Amazon. Ha creado y dirigido Diplomados de Literatura Creativa y de Guion audiovisual en la Universidad Metropolitana de Caracas. Actualmente mantiene un programa de cursos virtuales relacionados siempre con la Narrativa en todas sus formas.
josemanuel.pelaez@gmail.com