Parejas,
por Getulio Bastardo

La razón por la que dos seres que hasta ayer no se conocían y a partir de hoy deciden estar juntos por el resto de sus vidas es el amor.
El lector argumentará que hay matrimonios arreglados o por conveniencia, pero esa es harina de otro costal.

Quiero referirme a la pareja que se ama, se promete y jura amor eterno y constituye una familia. Los unió el amor, “pero el amor se acaba”.
Uno de los dos dejó de amar al otro y decide hacer vida aparte, originando un conflicto de pareja y familiar.

Si el conflicto fuera solo entre dos adultos eso no sería problema. Sin embargo a veces es muy doloroso y complicado por los hijos.
La pregunta es ¿por qué se separan las parejas?
Voy a tratar de resumir las principales causas de la disolución de la pareja.

La primera causa es la ausencia del vínculo afectivo. No puedes convivir con quien no amas, ni nadie te puede obligar a hacerlo.
Otra de las causas que se observa son las infidelidades. Cada miembro de la pareja es afectado en forma muy particular y negativa por las infidelidades.

Las inseguridades personales. La falta de confianza en uno mismo o en la pareja puede generar celos y desconfianza.
Expectativas no cumplidas. esto origina frustraciones y resentimientos

La comunicación. La incapacidad para expresar necesidades, deseos o preocupaciones también origina frustraciones.

Experiencias pasadas. Relaciones anteriores o experiencias familiares pueden influir en la forma en que cada pareja aborda su matrimonio.

Falta de intimidad emocional o física. La desconexión en estos aspectos genera sentimientos de soledad o insatisfacción.

Estrés financiero. Las preocupaciones sobre el dinero y la estabilidad económica crean tensiones en la relación.

Cambios en la vida. Eventos como la llegada de hijos, cambios de trabajo o mudanzas pueden alterar la dinámica de la pareja.

Falta de tiempo de calidad juntos. La rutina diaria y las responsabilidades pueden hacer que las parejas se sientan distantes.

Miedo al fracaso. El temor a que el matrimonio no funcione produce estrés. Resentimientos acumulados. Problemas no resueltos o conflictos pasados que no se han discutido pueden convertirse en “fantasmas” que acechan la relación.
Abordar estos “fantasmas” requiere comunicación abierta, empatía y, en algunos casos, la ayuda de un terapeuta de pareja. La clave está en reconocer y enfrentar estos problemas para fortalecer la relación.

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