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Se habla mucho de la resiliencia, definida como la capacidad de un individuo o sistema para adaptarse, recuperarse y, en algunos casos, incluso prosperar ante la adversidad, el estrés o los traumas.
Se refiere no solo a la forma de sobrellevar situaciones difíciles, sino también a la habilidad de aprender y crecer a partir de esas experiencias.
Hay individuos que son un ejemplo claro de resiliencia. Personas cuya infancia y adolescencia transcurrieron en pobreza extrema y sin embargo lograron éxitos profesionales, académicos, familiares y sociales. Son individuos a los que se pueden llamar resilientes. Se me ocurre como ejemplo el expresidente de un país suramericano, quien al decir de él mismo “era un error estadístico” dado su origen muy pobre y sin embargo se hizo de un título universitario, logró rangos académicos y llegó hasta ser presidente de su país.
Por el contrario, personas con condiciones sociales y familiares aparentemente favorables, no consiguieron el éxito esperado. La pregunta es ¿por qué ocurren estas cosas?
Hasta aquí está claro que no solo las condiciones ambientales conforman la personalidad del individuo, sino también la genética y el sello particular de cada uno.
Es indudable que la capacidad intelectual heredada, el carácter y ciertos rasgos de personalidad aunado al apoyo emocional efectivo durante el desarrollo infantil moldean una personalidad sana y una personalidad sana afronta y resuelve los problemas usando todos los recursos a su disposición. Eso es ser resiliente.
Una persona resiliente tiene capacidad para constituir una relación con otros para contar con una red de apoyo que pueda proporcionar recursos emocionales importantes, no solo en momentos de crisis sino permanentemente.
Además desarrolla habilidades de afrontamiento, como las estrategias para manejar el estrés y la ansiedad, que pueden ayudar a mantener el bienestar emocional.
Se consideran auto eficaces; es decir creen en la propia capacidad para superar desafíos. Esto incluye mantener una actitud positiva y realista frente a las situaciones diarias de la vida y ser optimistas en cuanto al futuro.
El optimismo es uno de los rasgos fundamentales para afrontar las situaciones difíciles. Siempre pensar en un futuro mejor a pesar de la adversidad, aunque alguien diga que “el optimista es un ser mal informado”; entonces el pesimista tergiversa las situaciones para mirar siempre lo negativo y así nadie “sale de abajo”.

Médico psiquiatra clínico, profesor universitario jubilado en Venezuela y activo en Perú, casado, con seis hijos y seis nietos. Soy un viejo feliz
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