
Fuente: Wikimedia commons
El sol de Caracas golpea con fuerza en la Plaza Bolívar. Entre el bullicio de los transeúntes, las palomas y las ardillas disputándose migajas, y los turistas sacándose fotos, la estatua ecuestre del Libertador se yergue imponente, testigo mudo del diario acontecer. Pero ¿qué secretos guarda esa figura de bronce que parece desafiar al tiempo?
Me dijo una amiga que había una leyenda acerca de que en el pedestal de la estatua se esconde una cápsula del tiempo. Y, como me pareció un buen tema, me propuse investigar en internet.
No es una idea disparatada; la historia confirma que Antonio Guzmán Blanco, ese caudillo que se creía un Napoleón tropical, ordenó incluir en los cimientos del monumento ciertos objetos para la posteridad. Hay documentos oficiales que mencionan monedas de la época, medallas con el busto de Simón Bolívar, el acta de la colocación de la primera piedra e incluso un decreto firmado por el propio Guzmán Blanco. Objetos valiosos, sin duda, pero también mundanos, pensados para inmortalizar el contexto histórico del siglo XIX. Sin embargo, hay quienes susurran que el contenido de esa cápsula podría ser mucho más interesante…
Uno de los rumores más persistentes habla de un mapa. Un mapa que, dicen, podría conducir a un tesoro enterrado en algún rincón olvidado del país. Otros aseguran que Guzmán Blanco, amante de los simbolismos y las excentricidades, pudo haber escondido un mensaje cifrado que revelaría secretos de la política de su época o quizá documentos comprometedores que nunca quisieron salir a la luz.
El misterio se intensifica porque, hasta donde se sabe, nadie ha abierto la cápsula desde que se selló en 1874. Así que allí sigue, oculta bajo toneladas de piedra y metal, alimentando las fantasías de quienes sueñan con descubrir qué hay dentro.
¿Y qué hacemos mientras tanto? Mirar hacia arriba, tal vez. Observar la estatua con otros ojos… Quizá imaginar que el Libertador, montado en su caballo de bronce, guarda bajo su sombra un secreto que aún espera al valiente capaz de desentrañarlo. Porque, al fin y al cabo, la verdadera magia de estas historias no está en lo que sabemos, sino en lo que no sabemos. Y en esa incertidumbre, amigos míos, hay toda una epopeya escondida, ¡esperando!

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