
Fuente: https://difundirelarte.com/
Hoy, 23 de marzo, es el Día Mundial del Ascensor, una efeméride que celebra la vida moderna, o quizás solo otro de esos días que nos recuerdan lo mucho que dependemos de una tecnología que no sabemos (ni nos importa) cómo funciona.
Para contar bien esta historia, habría que remontarse a los tiempos del Imperio Romano, donde el arquitecto y escritor Vitruvio ya mencionaba un artefacto rudimentario de poleas, supuestamente inventado por Arquímedes allá por el siglo III a. C.
El verdadero padre del ascensor moderno es Elisha Graves Otis, un tipo que, en 1853, en la Exposición Universal de Nueva York, hizo una demostración pública de su sistema de seguridad subiendo a una plataforma elevada suspendida solo por cuerdas; mandó a cortarlas y, en medio del griterío del público, demostró que su sistema de freno automático evitaba el desastre. Dicen que la gente aplaudió como si hubiera visto un truco de Houdini.
Antes de esto, los ascensores no eran más que unos sistemas básicos, como el que Luis XV mandó instalar en el Palacio de Versalles. Cuentan que en su eterna búsqueda por escapar de las obligaciones monárquicas y disfrutar de la compañía de su amante, decidió que subir las interminables escaleras del palacio no era una opción. Así que ordenó instalar una plataforma impulsada por poleas para subir y bajar sin que nadie lo viera cruzar los pasillos. Un servicio digno de un rey, aunque, claro, no muy digno de un sistema de transporte eficiente.
Pero ¿por qué hoy es el Día Mundial del Ascensor? Pues porque un 23 de marzo, el de 1857, se inauguró el primer ascensor de pasajeros, instalado por la compañía Otis en un gran almacén de cinco pisos, algo que hoy nos suena a poco, pero que en su tiempo era lo bastante como para agradecer cada metro de subida sin jadear. Quince años después, existían 2.000 ascensores Otis en oficinas, hoteles y centros comerciales.
Y hoy, ¿qué pasa cuando subimos en un ascensor? Muchos no hablan; de hecho, dos tercios de las personas que suben o bajan en un ascensor no se dicen palabra alguna… A pesar de eso, el ascensor ha sido testigo de todo: negocios cerrados con un apretón de manos a medio trayecto, besos robados entre pisos, silencios incómodos y hasta miradas torvas. Ha sido el escenario de películas de terror y de crímenes perfectos…
Por cierto, me queda una duda, y es si no hubiese sido más fácil para Luis XV mudar a su amante a la planta baja…

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