Gente que Cuenta

Te cuento que…
por Suzan Matteo

Man Ray Atril press
Dora Maar fotografiada por Man Ray en 1936
Fuente: https://www.wikiart.org/en

Si hurgamos en la historia, pronto descubrimos que está llena de mujeres invisibles y, entre ellas, brilla y duele el nombre de Dora Maar, la mujer que atrapó el ojo de Picasso y terminó pagando un precio alto por ello. Porque la historia es así de perversa: él la inmortalizó en su arte, y a ella la borraron de los libros hasta que alguien decidió que era hora de hacer justicia.

Dora Maar no fue solo la amante de Picasso ni la mujer de las lágrimas en su célebre «Mujer que llora». Antes de que el malagueño la envolviera en su red de egolatría, ya era una fotógrafa y pintora con una obra que destacaba en el surrealismo.

Y, sin embargo, su vida terminó siendo el clásico cuento de lo que pasa cuando el genio y el ego masculino chocan con una mujer talentosa.

Nació como Henriette Markovitch en 1907, hija de un arquitecto croata y una madre francesa. Creció entre Buenos Aires y París, donde se formó en arte y fotografía. Con una cámara en la mano y el surrealismo bullendo en las venas, fue testigo y creadora de su tiempo. Mientras Picasso aún jugaba a ser revolucionario con pinceles, Dora ya escudriñaba el mundo con su cámara.

Fue en un café de Saint-Germain donde Maar y Picasso se encontraron por primera vez. Ella jugaba peligrosamente con un cuchillo en sus manos… Y allí comenzó la tragedia disfrazada de idilio. Al principio, claro, hubo fascinación. Dora era un vendaval de inteligencia y talento. Picasso quedó fascinado y se la llevó a su mundo, donde hizo lo que mejor sabía hacer: tomar, usar, moldear. Le exigió que dejara la fotografía para dedicarse a la pintura (porque, según él, la fotografía no era arte). Luego, la modeló a su conveniencia, maltratándola emocional y hasta físicamente. Y cuando se cansó, la desechó con la frialdad de quien cambia de pincel por otro con mejor trazo.

Dora, devastada, terminó en una clínica psiquiátrica, de donde salió para regresar a la pintura. Picasso, mientras tanto, paseaba con su siguiente conquista sin la menor culpa. ¡Hasta se presentó en una exposición de ella con su nueva amante!

Dora vivió hasta los 89 años. No necesitó de Picasso para seguir siendo Dora Maar, aunque a la historia le haya costado reconocerlo. ¿Cuántas veces hemos visto esta película de mujeres geniales opacadas por genios masculinos de dudosa moral?

Pero, al final, el tiempo hace su trabajo, y aquí estamos, hablando de ella, no de él.

¡Ironías de la historia!

Suzan Matteo Atril press
Suzan Sezille de Matteo es caraqueña, cosecha del 52; ingeniero industrial aplicada al área social; esposa, madre de dos, que ahora abuelea y escribe desde Inglaterra.
suzansezille@gmail.com
IG @tomadodeaquiydealla

de la misma autora

64

Compartir en

    ¡Suscríbete a nuestro Newsletter!