Una noticia que me sorprendió: ¡Una mujer al frente!
Después de quinientos años desde que Enrique VIII rompió con Roma para casarse con Ana Bolena, la Iglesia de Inglaterra tendrá a una mujer como líder espiritual.
Se trata de Sarah Elisabeth Mullally, quien tiene 63 años y se hizo creyente a los 16. Estudió enfermería y, en 1999, fue «jefa de la Oficina de Enfermería y directora de Experiencias del Paciente en el Servicio Nacional de Salud del Reino Unido» la más joven de la historia de Inglaterra. Toda una pionera también en ese campo.
Está casada desde 1987 con Eamonn Mullally, arquitecto de empresas, y tienen un hijo y una hija. Se ordenó sacerdotisa en 2002 y actualmente es obispa de Londres.
Resulta que el pasado 3 de octubre, el rey Carlos III, como cabeza de la Iglesia, dio el visto bueno para que sea la 106.ª arzobispa de Canterbury. Pues sí: de los hospitales a la Catedral de Canterbury. Lo anunciaron desde Downing Street como si fuera un ministro más. Cosas de la flema inglesa: el Gobierno escoge al líder espiritual, y tan contentos los dos.
La arzobispa de Canterbury es una «primus inter pares», líder espiritual de una Iglesia que lleva siglos buscando su lugar entre la tradición y la modernidad. Me encanta. Su vida dice más que mil palabras, porque antes de hablar de almas, ella curaba a la gente.
Sarah Mullally empezará en marzo de 2026, en la Catedral de Canterbury, donde asesinaron a Thomas Becket. ¡Qué pensaría él si viera a una mujer ahí, en un puesto que durante años fue solo para hombres!
Los anglicanos, equilibristas entre Roma y Lutero, siempre supieron cómo manejar las contradicciones. Ahora lo intentan de nuevo, pero con rostro femenino. Mientras las iglesias se vacían y la gente prefiere confesarse ante un terapeuta que ante Dios, la elección de Mullally es un movimiento interesante: una mujer para intentar recuperar una Iglesia que está perdiendo fuerza. Quizá no haga milagros, pero, por lo menos, no tiene los problemas que tuvo su antecesor, Justin Welby.
Ella dice que aprendió a escuchar de verdad. Y eso ya es algo bueno en un mundo donde todos hablan y nadie presta atención. La Iglesia que empezó por un divorcio ahora será dirigida por una mujer que aprendió a unir, no a separar.
¡Y eso, hoy en día, ya es bastante milagro!
