
Foto de su hijo, Martín Castillo Morales
De todas las personas por quienes he sentido gran afecto y que ya no están en este plano, una de las que más extraño es mi gran y admirado maestro Freddy Castillo, rector fundador de la Universidad Nacional Experimental del Yaracuy.
He contado en otras ocasiones cómo nos conocimos, pero no me cuesta nada repetirlo: me recomendaron para que fuera a buscar trabajo en dicha institución. A él no lo conocía personalmente.
Entré a su oficina y lo primero en lo que se clavaron mis ojos fue en un ejemplar de Bioy Casares, con la palabra “Borges” en el grueso lomo. Él advirtió mi sorpresa y tomó el libro. Así comenzó un largo diálogo, que solo cesó poco antes de su muerte.
Cuando salí de la entrevista, mi esposa me preguntó si me habían dado el trabajo; yo le respondí:
– Creo que sí.
– ¿Y cuánto te van a pagar?
– No pregunté.
– Entonces, ¿de qué hablaron tanto?
– De Borges.
Freddy Castillo era un hombre con una memoria justiniana, como se decía antes. Y con una habilidad de palabra que pocas veces he encontrado. Posiblemente sea el mejor orador que yo haya escuchado en vivo. Parecía que leía un texto invisible ante sus ojos: ordenado, pulcro, exacto, sin atropellarse ni repetirse…
Y había leído, en efecto, todo lo que yo hubiera querido y más. Aunque llevo en mi haber unos cuantos ejemplares, sin ánimos de presumir ni de compararme, siempre me quedaba como pasmado. Sólo una vez, que yo recuerde, mencioné un autor que él no conociera.
– Al fin, pegué una – le dije; y reímos a causa de ello.
Esa era otra cosa que me pasaba con él; podíamos hablar durante horas, y todo era alegría. Es siempre una fiesta encontrarse con alguien con quien poder hablar de aquello que amamos. En nuestro caso, los libros. Y es que en él las palabras rector y lector se confundían, como si no hubiera esa diferencia en una de sus letras.
Recuerdo un prólogo, precisamente de Borges, en el que cuenta que le lleva un ejemplar de uno de sus libros a su gran maestro, Lugones; pero era solo un sueño:
“Mi vanidad y mi nostalgia han armado una escena imposible. Así será (me digo) pero mañana yo también habré muerto y se confundirán nuestros tiempos y la cronología se perderá en un orbe de símbolos y de algún modo será justo afirmar que yo le he traído este libro y que usted lo ha aceptado”.
Eso siempre me pasa con Freddy Castillo. Me sucede algo, leo o escribo algo, y me imagino que lo estoy conversando con él. Algún día, siguiendo con la idea de Borges, estaremos los dos, mi maestro y yo, en el mismo plano, y anudaremos acaso nuestro sempiterno diálogo. Como decíamos ayer.

valenciano, autor de “Olímpicos e integrados”, ganador del Concurso de Narrativa Salvador Garmendia del año 2012 y “Página Roja”, publicado en la colección Orlando Araujo en el año 2017.
rvictorino27@hotmail.com
Twitter:@soyvictorinox
Foto Geczain Tovar