Discutía yo con Manolo sobre la frase “querer es poder” que me parece una simplificación de algo muy complejo y, para mi sorpresa, estuvo de acuerdo conmigo. Según él, la frase debería ser: “poder es querer” porque la mayoría “cree que quiere algo” pero no es verdad. Uno debe saber sin ninguna duda lo que quiere y comenzar a hacer para conseguirlo, si lo logra, entonces su deseo era verdadero.
Hubiéramos podido continuar desgranando el tema de no ser por la impertinente voz de un vecino de mesa, una especie de gigante que hablaba con su móvil como si tuviera a alguien delante. Así nos enteramos de que a él nadie le engaña, que “pobre del que se le ponga delante” y que… “por eso yo conduzco un Jaguar y tú un Twingo”
La conversación pajareaba sobre varios temas: por ejemplo, que esa noche la esposa no le esperara y que una muñeca en el Hotel River Blue se iba a enterar de lo que era un hombre.
Quise asegurarme de que Manolo no hiciera alguna de sus locuras plantándole cara al gigante exhibicionista.
─ ¿Moi? ─ me contestó Manolo con gesto tranquilizador.
El camarero trajo un plato de sopa y el corpulento cliente lo rechazó con disgusto porque a él la sopa le gusta hu-me-an-te… ¿te enteras?
Manolo miraba al hombre sin mover un solo músculo del rostro. Pensé que estaba controlándose. El hombre se levantó y continuó gritando mientras daba vueltas a su mesa y le preguntaba a la pantalla: “Pero ¿tú sabes quién soy yo?”
Y en ese momento, el Universo se abrió ante mí como si levantara la tapa del mecanismo de un reloj. Un gato naranja de cola peluda corría perseguido por u perro más pequeño y chillón. El caniche arrastraba una correa. El gato comenzó a darle vueltas al hombre y el perro y su correa hicieron lo mismo hasta que le enredaron los pies y el coloso se derrumbó mientras su móvil describía una parábola antes de realizar un clavado de 10 en la humeante sopa que el camarero acababa de poner sobre la mesa. El hombre, de rodillas, gritaba tratando de rescatar su móvil, pero solo se quemaba los dedos.
Miré a Manolo y le vi una sonrisa suave pero casi cruel. Le pregunté que si él había tenido que ver con lo ocurrido.
¿Moi? ─ me contestó con exagerada inocencia ─ ¿de qué estábamos hablando?… ¡Ah sí, del querer y el poder!
Lo que Manolo calla es más peligroso que lo que dice.