Gente que Cuenta

Una furtiva mirada,
por José Manuel Peláez

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@donsimon.photography

Un mundo feliz debe ser un mundo sin mendigos. Un mundo donde nadie necesite una limosna y mucho menos suplicar por ella.

La harapienta mujer se arrodilla en el suelo y allí apoya los codos, esconde su cabeza entre los antebrazos y las manos abiertas al cielo indican que no reza, sino que espera una limosna. La imagen es de total sumisión.

Cuando le conté a Manolo lo que me afectó ver aquella mujer en la entrada del Metro, Manolo no dijo nada. Comencé entonces a azuzar algún tipo de discusión a las que es tan afecto y de las que siempre saca conclusiones, pero Manolo simplemente se despidió y desapareció para mi desconcierto.

Días después, me confesó que mis palabras le habían dado miedo.

Hacía muchos años, en otra ciudad, Manolo siempre veía un mendigo que se ubicaba en un semáforo. No pedía nada, no extendía la mano, no se acercaba, ni siquiera intentaba dar lástima a los conductores, solo estaba ahí, apoyando sus dos manos en un grueso bastón como si esperara algo con absoluta seguridad. Muchos conductores, quizás porque ya le conocían o porque les removía el impulso de “ser buenos”, le alcanzaban unas monedas o algún billete. El “altivo mendigo”, como le había bautizado Manolo, tomaba el donativo y lo escondía en algún roñoso pliegue de sus pantalones. No agradecía, no llenaba de bendiciones a su benefactor, ni se santiguaba. Solo recuperaba su posición de vigilante gárgola.

Una noche que Manolo volvía a su casa, al pasar cerca de un parque, le pareció escuchar una voz increíblemente melodiosa. De inmediato reconoció las notas de “Una furtiva lágrima” de Donizetti. Quien cantaba, lo hacía sotto voce, con afinación y fraseo perfectos. Como un niño detrás del Flautista de Hamelin, Manolo siguió la voz hasta llegar a un claro en el que, para su sorpresa, el “altivo mendigo” atacaba las estrofas finales del aria:” Si può morire!… si può morir d´amor”.

─ Lamentablemente debí hacer un ruido y el hombre desapareció, como cuando desaparece un puño al abrir los dedos─ concluyó sonriente Manolo copiando a Raymond Chandler.

¿Cómo es que el altivo mendigo terminó así? ¿quién había sido é? ¿qué golpe fatal lo había vencido? ¿Qué camino le condujo desde un conservatorio hasta calles atestadas de tráfico? Por años, mi amigo había tejido muchas explicaciones, pero lo único que concluyó es que todos podemos llegar a puertos insospechadamente peligrosos, que nos movemos en un desfiladero muy estrecho y eso le daba mucho miedo, aunque fuera la única opción de sentirse vivo.

 

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José Manuel Peláez
Profesor universitario de Literatura del Renacimiento y Teatro Contemporáneo. Escritor de ficción para cine, televisión y literatura, especialmente policial. Sus novelas “Por poco lo logro” y “Serpientes en el jardín” se consiguen en Amazon. Ha creado y dirigido Diplomados de Literatura Creativa y de Guion audiovisual en la Universidad Metropolitana de Caracas. Actualmente mantiene un programa de cursos virtuales relacionados siempre con la Narrativa en todas sus formas.
josemanuel.pelaez@gmail.com

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