Desde hace algunas noches, cuando Margarita llega del trabajo, se ha percatado de que un hombre joven está en el balcón del edificio de enfrente fumando sin camisa. Ayer se acercó a su ventana para espiarlo y sintió un poco de frío que entraba. No entendió como él podía estar así descubierto con esa temperatura. Con las luces apagadas, se quedó viéndolo, mientras terminaba con la última pitada. Contuvo la respiración y dejó salir una gran bocanada de humo. Tomó la colilla entre sus dedos y la puso en un vaso que tenía en sus manos.
Ella se puso los lentes y trató de detallarlo. Su cuerpo no tenía vellos. Parecía de un poco más de 30 años. El cabello desordenado, pero bien cortado. Corrió la cortina y se escondió.
Hoy cuando llegó, dejó sus cosas en el cuarto. Se cambió y fue a la cocina. Cada vez que pasaba por la sala volteaba para ver si veía nuevamente a su vecino. Ordenó la cocina y se fue al balcón. No salió. Se cansó de esperar, cerró la puerta y corrió la cortina. Tomó una ducha antes de acostarse y justo cuando empezaba a escoger la ropa para vestirse e irse a la cama, se fue la luz.
Con la luz de su teléfono fue a la cocina a desconectar un par de artefactos, y se asomó por la puerta del balcón para ver la calle a oscuras. Todo era negro, solo al otro lado de la bahía se avistaba un pequeño resplandor. De pronto vio a lo lejos una pequeña luciérnaga naranja. Era el cigarrillo que se encendía con cada una de sus bocanadas. Abrió la ventana y sacó la mitad de su cuerpo desnudo como para acercarse y verle mejor. El cigarrillo medio iluminaba su rostro, pero no lo suficiente para detallarle. No llevaba los lentes, así que, cubriéndose con la oscuridad, salió y se apoyó en el pasamano del balcón. Entrecerró los ojos, como hacen los niños jugando al telescopio para detallarlo, justo cuando volvió la electricidad. Se hizo el sonido de los aires acondicionados y los reguladores de voltajes, y alguna algarabía de vecinos emocionados porque la luz había vuelto.
Él la vio. Blanca, con sus tetas al aire, con el cabello aún húmedo. La vio fijamente. Botó la colilla ya apagada al vacío, sacó de su bolsillo la cajetilla, y, por primera vez, prendió un segundo cigarrillo, revelando su rostro para quedarse viéndola desnuda.