En una popular zarzuela española, uno de los personajes hizo famosa la frase “Hoy las ciencias adelantan que es una barbaridad… una barbaridad”. La idea quedó sembrada como la expresión de lo bien y mucho que se vive gracias a la ciencia y sus descubrimientos.
No soy yo el que vaya a poner en duda los beneficios de los adelantos científicos y tecnológicos, pero debo reconocer que en el fondo de estas ideas siempre me molestaba un cierto “ruido”, algo parecido a no tomar en cuenta todas sus consecuencias.
Cuando Manolo me invitó a su “gimnasio mental” tuve que sobreponerme, primero, a unir en una misma frase las palabras Manolo y gimnasio, pero luego, al llegar comprendí que estaba al borde de una revelación.
Algunos compañeros de mi amigo se reúnen todas las semanas con papel y lápiz a resolver operaciones matemáticas. Son operaciones muy simples: sumar, restar, multiplicar y dividir. Nada de solucionar integrales triples o cosas parecidas. Se proponen ejercicios básicos y los resuelven a mano. No se trata de competir por ver quién resuelve primero, simplemente se trata de encontrar la respuesta correcta usando solo la cabeza, el lápiz y el papel. Al principio, me pareció algo infantil, pero el verlos disfrutar sus aciertos como niños me hizo comprender que se trataba de algo muy serio.
Aquel “ruido” mío relacionado con que las ciencias adelanten una barbaridad tenía que ver con la pérdida de circuitos cerebrales. Manolo y los suyos estaban de acuerdo en que las computadoras habían acelerado nuestra capacidad, como especie, de calcular, pero nuestra capacidad para hacerlo como personas va rumbo a la extinción.
Antes, al dar marcha atrás en un vehículo, había que empeñarse en apreciar bien las distancias; para encontrar una dirección nos ubicábamos en puntos de referencia familiares: la pastelería de la esquina, el edificio marrón. Ahora los sensores o el GPS pueden hacer inútiles algunas de nuestras potencialidades de orientación que terminarán desapareciendo como el meñique del pie.
─ No queremos regresar al pasado ─ me explicó Manolo ─, eso es imposible y absurdo. Solo queremos compaginar los adelantos de la ciencia con la práctica pura de nuestras facultades. Usamos computadoras, pero también queremos: lápiz, papel y cerebro.
Por eso ahora, cuando me hablan de los adelantos de la ciencia pienso en que son Allegro ma non troppo.