Como decían nuestras abuelas, nada es gratis. Los avances tecnológicos tienen un costo, y no me estoy refiriendo al monetario, simplemente son “cosas” que vamos entregando, situaciones a las que nos vamos acostumbrando en aras de la tecnología.
Es cierto, a través de Zoom, Google Meet, Microsoft Team y otros tantos, hemos tenido la oportunidad de reunirnos, perooo… ¿Qué ha pasado con el contacto visual? ¿Lo sientes igual?
En el mundo virtual, en este tipo de reuniones, vemos que la gente entra, sale, apaga el micrófono, suspende el video. En el mundo real una reunión así sería inaceptable, pero nos estamos acostumbrando.
Los que a veces escribimos con papel y lápiz somos una especie en extinción. Ahora todo es a través de medios digitales, a pesar de que la escritura manual era un signo de alerta en algunas enfermedades.
Por mencionar un ejemplo sencillo: en la enfermedad de Parkinson, que la mayoría piensa que el problema es únicamente el temblor, se va produciendo una rigidez muscular que condiciona la aparición de algunos síntomas, entre ellos la “micrografía”, que no es otra cosa que la reducción del tamaño de las letras con la que escribe la persona. Para tener una idea y hablar en términos comprensibles para el presente, es como si la persona escribía con letras de 24 puntos hace diez años y hoy escribe con letras de 10 puntos.
Pero hoy no recibimos cartas de las abuelas, ni siquiera conocemos su letra. Alguien les enseñó cómo conectarse y ya no necesitan escribir a mano, pero, si no hay escritura manual no podremos detectar los problemas neurodegenerativos como el Parkinson, el Alzheimer y otros.
Cuando tengas la oportunidad de escribir a mano en una tarjeta, en un papel o en una servilleta, “te amo” o “te extraño”, no dejes de hacerlo. No por la búsqueda de una enfermedad, sino para que sientas que tu corazón y tu alma están bajo tu control. Tú eres el mayor “emoticon” que alguien pueda recibir.