Otro día en la oficina, por Álvaro Ríos
Gonzalito bajó la mirada para cambiar la radio de estación. Al levantar la vista fue cuando las vio: era una mujer alta ataviada en una pañoleta y lentes de sol que acompañaba a una señora entrada en años.
Detuvo el auto y enseguida abordaron.
—A los altos de Santa Elena, le pagaré muy bien —expresó la mujer.
Aquella voz le pareció conocida; sin embargo, se limitó a mirar por el retrovisor: la mujer ayudaba a la otra a limpiarse algo en la boca.
—Descuida, llegaremos pronto —le hizo saber.
Cuando el auto se desplazaba por la avenida Lara, casi a la altura del Tiuna, la mujer murmuró:
—En el semáforo cruce a la izquierda y avance hasta el final.
Un instante después, la dama mayor comenzó a jadear, como si le faltara el aire.
—Por esa entrada a la derecha, por fav...