Tempus fugit, por José Manuel Peláez
Más de una vez me ha tocado recomponer entuertos de Manolo, quien también se deja llevar por sus demonios como cualquier hijo de vecino, aunque en condiciones normales sea una fuente de serenidad y claridad.
En esta oportunidad, me costaba trabajo explicarle a Giovanni lo ocurrido. Giovanni es el dueño de “El cabellero feliz”, (no es un error, es “cabellero”) un local tradicional, sin pretensiones, donde algunos acudimos a cortarnos el pelo. Giovanni no entendía lo ocurrido con Manolo que, en su última visita, fue atendido por un nuevo peluquero porque el de costumbre estaba enfermo y, apenas diez minutos después de iniciar la poda capilar, se levantó, le gritó: “¡Ladrón!” al pobre muchacho, se quitó el paño y se fue refunfuñando.
─ Non c´è nessun ladro qui ─ gritaba ofendido Giovann...