Estábamos en clase de tai-chi en un parque enorme, bajo un árbol, aprovechando la sombra. Nos rodeaban arbustos llenos de enormes flores rojas y rosadas, cayenas. Vi a lo lejos una figura familiar. Era fin de semana y ella siempre llegaba con una bolsa, recogiendo las flores del suelo. Cuando creía que nadie la veía, las arrancaba directamente. Me tomé un descanso y de curiosa le pregunté que para qué se las llevaba … me explicó lo del champú. Tenía un taller de cosmética casera y el de cayena era su producto estrella.
Además de cosméticas, las flores de cayenas son medicinales. La planta es una de las soluciones decorativas más prácticas para casas y pisos, porque, aunque puede llegar a los cinco metros en un terreno, en macetas puede controlarse en dos. Basta con que haya sol que le dé directamente y que en los días de frío la pases adentro. Vive en tierra normal de jardín, que debe estar siempre un poco húmeda. Y las plagas que le caigan, se erradican con baños con agua jabonosa sin detergente. Atrae muchas abejas y pajaritos.
En Venezuela se llama cayena, pero tiene muchos nombres: Rosa de China – de ahí procede-, Hibisco en España, Flor del Beso en Cuba. Es la flor nacional malaya, donde le dicen Bunga Raya y también la de Hawái y Puerto Rico.
Además de sus colores tradicionales: rojo, rosa, blanco, naranja y amarillo, tiene otros rarísimos y muy hermosos. Sus fotos son tema central de clubs de aficionados que las publican en la red haciendo gala de tonalidades y patrones fuera de lo común, híbridos de los viveristas.
¿Que si es verdad que el champú de cayena es bueno?
Buenísimo. Pero no solamente se usa el champú, las hojas se comen en ensaladas y con las flores se hace té.
Contiene una alta concentración de antioxidantes (especialmente polifenoles) y controla al hongo que produce caspa. Los antioxidantes son sustancias que impiden el envejecimiento, previniendo o retrasando el daño celular causado por los radicales libres, unas sustancias que se acumulan en nuestras células.
Por eso estimula el crecimiento del pelo y elimina el exceso de grasa. Si quieres saber más, una de las últimas investigaciones sobre el tema, de los expertos Dos Santos Nascimento y Gori, fue publicada en la revista Plants.
Aunque venden muchos champús comerciales de hibisco, si consigues las flores o tienes una planta, puedes hacerte tu propio champú. Bastan 5 a 7 flores, 1 taza de agua, ¼ de pastilla de jabón de glicerina, de almendra, de coco, de oliva o azul (sin detergente), una cucharada de aceite vegetal y otra de vinagre, si tienes el pelo grasoso.
Se lavan bien las flores, se les sacan los pétalos, que se hierven en una taza de agua por 10 minutos. Cuela. Ralla el jabón, derrítelo en baño María, mezcla con la infusión, agrega el aceite, enfría y usa como cualquier otro champú…