Aquel día el cerro se veía imponente y despejado, como nos gusta verlo en cuadros y publicaciones de redes sociales. Se trata de una montaña que despierta la nostalgia al estar lejos y nos sirve como puesta a tierra cuando vivimos acá.
Los distintos verdes del jardín del edificio de oficinas completaban un hermoso cuadro con el Ávila al fondo. Ese día nada podría salir mal, así que luciendo su mejor traje y con su propuesta de servicios en la mano, nuestro protagonista se encaminó a su cita.
La entrevista duró el tiempo justo, aunque la adrenalina del momento hubiera permitido que durara más, afortunadamente no lo hicieron esperar demasiado. Una extraña prerrogativa del poder local supone eternas horas de espera. Salió seguro de que la posición sería suya.
No se equivocó. Ya con un buen trabajo tenía que demostrar a sus superiores que no se habían equivocado al seleccionarlo. Más tarde vendrían en distintos grados de intensidad, la camaradería de algunos y las envidias y zancadillas de otros.
Muchos compañeros con agendas propias obstaculizando el fin común, a la par de otros comprometidos en lograr los objetivos de la empresa. Nuestro héroe, como buen protagonista, empleó a fondo sus principios para seguir adelante sin venderle su alma al diablo.
Distintas situaciones tensas se sucedieron, como en todo trabajo. No en vano dicen que es tan malo, que hasta te pagan porque lo hagas. Pero de una u otra forma se las arreglaban en el equipo para que las cosas salieran. La compañía iba ganando valor y se hacía atractiva para los inversionistas.
En este mundo laboral parece que oscilas muy rápidamente de ser demasiado joven para algún cargo, a muy viejo para ser contratado. Eso pasa en un abrir y cerrar de ojos, y luego de unos cuantos años, muy pocos desde una perspectiva y demasiado largos en otra, vino la entrevista de salida, no exenta de homenajes y celebraciones.
Quedaron entonces muchas anécdotas para contar a los hijos y nietos. De cómo nuestro protagonista trabajó para hacer un mejor país. Porque no sólo con obras extraordinarias se llega a la grandeza; también se la alcanza haciendo con cariño y responsabilidad las cosas pequeñas.