
Con esto de las olimpíadas hemos visto un desfile de jóvenes bellísimos que parecen esculturas griegas, pero con músculos de boligoma, que han venido a participar en las diferentes disciplinas.
Cada uno de ellos ha pasado por muchas horas de entrenamiento, y si nos ponemos a ver, todos tienen los mismos cuatro miembros, la cabeza y el tronco que tenemos nosotros y no sé ustedes, pero yo de milagro subo y bajo las escaleras de mi casa cuando se daña el ascensor, y, a pesar de mis caminatas, cuando voy por el tercer piso ya estoy con las piernas pidiendo misericordia.
En cambio, ellos bellos, jóvenes, bien entrenados, vienen a comerse el mundo y llevarse a sus casas las mejores medallas.
Yo les daría una de oro sólido a cada uno, porque gracias a su esfuerzo, a las incontables horas de dale que te dale, cada cuatro años nos ofrecen un espectáculo incomparable de belleza, de despliegue de fuerzas y sobre todo de paz. Es que mientras los vemos parece que vienen de otro lado a traernos la mejor versión de nuestro género humano.
Así que, insisto, oro del más puro para ellos y, bueno, plata para los que después sobrevivimos cuatro años hasta su próximo encuentro, que también es una disciplina, no se vayan a creer…

Fue Directora Ejecutiva de la Fundación Andrés Mata de El Universal de Caracas, y Gerente del Centro de Documentación de TV Cultura de São Paulo. Es autora de varios libros y crónicas.
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