
Juan ojeaba el Decamerón en su tablet, la pantalla iluminando su rostro en la habitación oscura. La historia de Neifile, cuento 1.2, saltó a sus ojos como un pop-up de revelación: el judío se convertía a la religión católica por conveniencia. Era la solución perfecta para el dilema de Abraham, su amigo que vivía quejándose en el grupo de WhatsApp sobre las complicaciones de su pasaporte israelí.
“Tío, necesitas un upgrade de ciudadanía,” Juan le escribió a Abraham. “¿Has pensado en un pasaporte guayo? Facilitaría muchísimo tus viajes”.
Intrigado, Abraham decidió darle una oportunidad. Reservó un pasaje a Guay por la app, pensando que como mínimo haría un tour gastronómico y llenaría su Instagram de fotos exóticas.
Al aterrizar en Guay, Abraham apenas tuvo tiempo de publicar una story antes de ser abordado en inmigración. Mencionó casualmente su interés en un pasaporte local y, en un abrir y cerrar de ojos, fue conducido a una sala VIP.
Allí, con la eficiencia de un drive-thru, pagó unos miles vía PayPal, posó para una selfie oficial y salió con un pasaporte nuevecito, firmado digitalmente por alguien llamado @Artesiano.
De vuelta en Brasil, Abraham hizo una videollamada con Juan. “Tío, no te lo vas a creer”, dijo, con los ojos brillantes. “Ya no quiero solo el pasaporte guayo. ¡Quiero ser guayo! ¡Un país que desburocratiza la burocracia así solo puede tener la bendición divina en sus términos de servicio!”
Juan se rio, recordando la historia del Decamerón. La fe moderna, pensó, a veces viene en forma de un código QR.

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