Caras, 2010
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Estaba concluyendo una presentación sobre las dinámicas de confianza intercultural cuando una mano se levantó al fondo y la persona preguntó: “¿Cómo podemos identificar en quién confiar en diferentes culturas?”
En el momento, mi respuesta fue demasiado teórica y sentí que fue insatisfactoria. Reflexionando sobre el evento, me di cuenta de que debería haberlo ilustrado con mi propia dificultad cuando era estudiante en Cambridge, donde tuve dos supervisores de tesis. Uno era un indio de origen tamil y el otro un caucásico blanco inglés.
Se podría decir que, por mi educación, tendría menos dificultades para comprender al inglés que al tamil. Nada más lejos de la realidad. El tamil era un economista de orientación matemática, alucinante pero muy cálido, expresivo, gesticulaba al hablar, nunca dejó de mirarme a los ojos. Con él siempre supe si estaba en el buen camino o perdiéndolo. Con el inglés fue lo opuesto. Cuando comentaba mi trabajo, el inglés, entre un “hmm” y otro “hmm”, miraba a cualquier lugar menos a mí. Con el tiempo fui decodificando el significado del tono y la duración de sus “hmm”, pero nunca pude sentir exactamente dónde estaba parado. Él jamás fue brusco, como aquel tutor que me recibió en mi College al llegar a Cambridge. Al finalizar las instrucciones para orientar mi estancia, el tutor me dijo que durante ella nos estrecharíamos las manos dos veces, la primera ya había ocurrido al entrar en su despacho. ¡La segunda sería cuando saliera de él por última vez!
Si pudiera responder nuevamente a aquella persona de la conferencia, le diría que, entre pueblos gregarios, como el tamil, los latinoamericanos y tantos otros, mirar a los ojos es esencial para establecer algo de confianza. La mirada no solo capta imágenes, también transmite emociones. En su ausencia, nos sentimos algo perdidos. Hay otros criterios importantes, como la noción del espacio entre las personas, los gestos, el tono de voz, la disposición a sonreír. Pero todos ellos, incluyendo la disposición a mirar a los ojos, tienen raíces culturales. Por eso, la clave para comprender mejor al otro, creando la confianza como puente, está en abordar cada nueva interacción con una mente abierta, conscientes de nuestros propios sesgos y dispuestos a aprender nuevas formas de construir confianza.
alfredobehrens@gmail.com