Gente que Cuenta

Difuntos novatos, por Álvaro Ríos

Fran Forman Atril press
Fran Forman,
El niño mariposa s/f

De la misma forma que la de Salvador, mi tía también decía que a los muertos no hay que tenerles miedo, y al contrario de lo que ocurría con él, yo la libraba del coscorrón: era lo bueno de ser bajito y escurridizo.

Mi tía se la pasaba todo el día en un cuarto sombrío y poco ventilado dándole a una antigua máquina de coser. Y vaya usted a saber para quién cosía, pues jamás vi a nadie en casa trayendo o retirando alguna pieza de tela.

En ella había algo raro, pero nunca supe qué era. Por eso yo entraba al cuarto a gatas y en silencio, y ya en el interior, notaba una especie de nube de polvo que surgía del fondo de su vestido hasta flotar a ras de sus rodillas. El cuarto era amplio; y sin embargo, lucía atiborrado. A los lados, unos planchones de madera soportaban montañas de ropa vieja y éstas a su vez despedían un inquietante olor añejo.

Mientras avanzaba debajo de los mesones me preguntaba cómo era capaz de tolerar aquello, cómo lograba pasar allí tantas horas, sentada en un ambiente oscuro y vaporoso donde un sinfín de voces lejanas parecían gravitar sobre su cabeza sin poder advertirlo.

Así se le iba el día hasta el final de la tarde cuando su esposo regresaba. Ella le servía la cena y se quedaba a un costado, observándolo mientras comía con sobriedad. Luego de un rato, se levantaba y se iba derechito al dormitorio. Tía lo seguía y juntos se encerraban hasta el día siguiente.

Una noche agarré una vieja banqueta y me subí a espiarlos a través de la ventana. Adentro todo era oscuro, de modo que sólo podía escuchar. Al principio hablaban muy bajito, luego se oían tonos roncos, risitas, y más tarde el rechinar de los alambres de lo que alguna vez fue un colchón.

Del lado de afuera, hubo un instante cuando la madera crujió y la banqueta se vino abajo. Usted, querido lector, pudiera pensar que en la caída me rompí un brazo o algo por el estilo, pero no, más bien sentí que mi cuerpo se elevó y entonces, como pájaro, orbité toda la noche alrededor de la casa.

Ojalá que el fin de semana, cuando mamá venga por mí, se le ocurra alguna idea que me ayude a bajar de este problema.

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Álvaro Ríos. Maracay, Estado Aragua, Venezuela, 1965. Vive actualmente en Barquisimeto, Estado Lara. Es Ingeniero Electricista, Profesor Universitario y Escritor de cuentos, poesía y ensayo. Es autor de los libros “Sendero de Sombras” (poesía), “Efimerario” (brevedades), “Dilemas en el aire” (poesía) y “Criaturas Mínimas” (cuento). Ha sido colaborador de los diarios “El Impulso” y “Diario de Lara” en la ciudad de Barquisimeto. Algunos de sus cuentos han sido publicados en el portal “Letralia”.
alv_rios@yahoo.es

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