Primero, una declaración: nunca he sido vendedora, sino escritora. Es decir, que hablar con los demás acerca de lo que hago o dejo de hacer, de las bondades del producto X o Z y cobrar por eso, siempre me ha costado un mundo. No le encuentro placer al asunto y siempre siento un apretón en el estómago pensando que al otro le fastidio, no me cree o no entiende lo que le estoy diciendo. O más grave, que lo que estoy vendiendo no sirve para mucho.
Hacer que lean lo que escribes es aún peor, porque requiere de unas habilidades especiales aparte de hacerlo bien. No es cosa de ir por ahí con tus libros a cuestas o enviarlos por correo y esperar una respuesta editorial durante unos meses, como era el método generalizado hace unos años, procedimiento que subsiste pero que se hace más enfocado a autores con algún tipo de éxito.
Tampoco se trata de, como en las comiquitas, ir tocando de puerta en puerta, meter el pie para que no te la cierren en la cara y confiar en que haya tiempo, paciencia y dinero para comprarte la enciclopedia.
Ahora el asunto está de cursos de marketing, SEO e interacción en todas las redes sociales, hasta aquellas en donde crees que puedes hacer poco, porque no has producido videos nunca o no tomas fotografías excepcionales. Hay millones de compradores potenciales, pero las puertas de esos mercados están como el gato de Schrodinger, vivos y muertos a la vez: a un clic y a océanos tanto de distancia geográfica como virtual.
Menos mal que no todo es dolor.
Lo interesante del asunto es que aprendes un montón. Por ejemplo, yo sabía poco de palabras clave. Son como las palabras mágicas de los cuentos de antaño. Sirven para que la gente, cuando busca algo en una tienda virtual pueda encontrarte y te compre rápido: !Bibidi, babidi, bum! y sale tu producto. Lo difícil es hallarlas. No se trata de las palabras que a ti te gustan o las que crees que definen lo que haces o el producto que vendes, sino de una lista dorada que reúne los clics de aprobación de millones de personas y anota los que se repiten más. Esos son los que sirven…
También hay que conocer la competencia, desde los colores y la música que usa, hasta los temas que comparte y cómo.
¿Ustedes son accesibles, es decir simpáticos, habladores y adorables todos los días?
No, ¿verdad? Yo tampoco. Pero tendré que practicar, practicar y practicar, porque esa es otra de las cosas que hay que hacer. Y además, seguir escribiendo…