¿Se acuerdan de los rollitos de fotos que se mandaban a revelar, que de paso costaban una fortuna y que había que esperar pacientemente a ver si las fotos habían quedado bien?
Bueno, pues ese mismo proceso de registrar las fotos, se usaba en el cine desde sus comienzos. Con la era digital, en vez de la imagen quedar fijada por procesos químicos en una emulsión sobre celuloide, ahora se graban en forma digital imágenes que se traducen en píxeles y que resultan de visión instantánea y mejor calidad visual.
Y de la misma manera que la fotografía digital poco a poco se adueñó del mercado, al cine digital le pasó algo parecido. Como toda nueva tendencia, desde el comienzo se polarizó su aceptación, pero todo parece apuntar a que, dada su calidad visual, el sustancial ahorro en costos de producción, y sobre todo la infinita cantidad de recursos que ofrece, se trata de la plataforma que llegó para quedarse.
Mientras tanto, los video clubs, que primero fueron de videos y más delante de cd’s, le fueron cediendo el paso a los canales de la llamada televisión por cable, y posteriormente a la modalidad del streaming.
En los últimos dos años, la pandemia del COVID 19, nos obligó a todos primero a quedarnos en casa a cal y canto, y más recientemente a salir, pero con cautela, con lo cual el streaming se hizo aún más fuerte
Todos estos elementos han ido configurando una nueva manera de entender no solamente el oficio, sino la cultura del cinéfilo.
Tratemos de recordar cómo era y compararlo con cómo es ahora. El gran programa de los fines de semana era ir al cine para el público en general, y para cinéfilos más exigentes había además del cine comercial, los programas especiales ofrecidos en cinematecas y festivales.
Hoy en día el recurso on line acabó con las largas colas, las programaciones sujetas a la disponibilidad local y la rigidez de los horarios de exhibición.
¿Mejor o peor? Yo diría que diferente, pero en todo caso, sin apenas darnos cuenta hemos protagonizado una revolución de la imagen. En dos décadas el mundo tecnológico ha dado tantas vueltas y de manera tan vertiginosa, que resulta casi una clase de historia contarle a los más jóvenes nuestros antiguos hábitos de cine.