Estoy entrenando para correr un maratón.
Así como lo oyen.
El problema es que tengo casi todos los músculos atrofiados.
La motivación para correr este maratón en particular, creo que es la misma que tienen todos los maratonistas y que, una ranchera muy conocida define muy expresivamente: “No hay que llegar primero, sino hay que saber llegar…”
Hoy en día, se promueve hasta el cansancio (literalmente) el fitness, la actividad física, la necesidad de estar en movimiento. Y con mucha razón realmente, “mens sana in corpore sano”.
Correr, pedalear, nadar, saltar, competir, tantos verbos activos que, de sólo nombrarlos, ya quedé cansada. Yo en verdad prefiero caminar.
Sin embargo, estoy decidida a correr este maratón, y entrenaré sin descanso, pero sin derramar una sola gota de sudor.
No tengo mucha disciplina, y a veces me distraigo, pero haré lo posible por “saber llegar”, a esta meta.
Este es mi plan de entrenamiento:
- Estarme inmóvil donde, cuando y con quien sea necesario, es decir “estar”.
- Compartir el mismo pan, es lo que significa esta bella palabra; esa eucaristía diaria que nos hace más humanos, “acompañar”.
- Entregar, entregarse, o sencillamente “dar”, más de lo que el otro espera, como me enseñó mi bienamado.
Músculos que requieren más energía que para correr un Iron Man.
Sigo entrenando.