Día a día veo cómo hay cantidades de personas, de todas las edades, razas, condición económica, estado civil, orientación política y un largo etcétera, desviviéndose por darles likes y hacer comentarios en las cuentas de redes sociales de artistas, DJs, influencers, youtubers, deportistas, candidatos y demás celebridades surgidas de distintos sectores.
Esto no tiene nada de malo en sí, ni lo voy a criticar. Cada quien pierde el tiempo de la manera que mejor le parece y cada vez disponemos de mejores recursos para perder el tiempo. Sin embargo, no deja de parecerme curioso, (y lo de curioso es un eufemismo), que las personas a las que admiran no sean realmente quienes son.
¿En qué sentido o por qué lo digo? Por varias razones. En primer lugar, lo que ven esas cuentas de redes, desde el punto de vista físico o de la apariencia, es a una persona que, cuando no tiene una gran cantidad de maquillaje en la cara, ha “subido” una foto usando no sé cuántos filtros y demás “retoques”, que ahora proporcionan los programas para editar imágenes.
Por tanto, su cara no es su cara o no es tan así como la muestran. Y todo esto sin dejar de mencionar que las inteligencias artificiales producen imágenes de cosas que no son reales. De modo que una persona puede hacer ver que está en París cuando está en el patio de su casa.
Claro, hay quienes dicen que no los siguen por lo que ven, sino por sus palabras, que los inspiran a ser mejores, a aceptarse a sí mismos, a seguir adelante… Pero, otra nueva objeción: lo que leemos de esas personas influyentes en redes sociales no siempre (por no decir, casi nunca) es algo pensado, dicho o escrito por ellos.
Y es que en el mundo hay millones de seres como yo, escritores anónimos que no tenemos otro medio de ganarnos la vida como no sea con nuestra habilidad de poner en el texto lo que el otro no tiene muy claro en pensamiento. Así que las palabras de esas personas a las que admiran tampoco son sus palabras.
Luego, si sus caras no son como son, ni sus ideas les pertenecen, ¿a quién admiran? Sombras nada más… Sé que en el mundo antes ocurrió este fenómeno, porque los pintores también captaban una imagen idealizada de sus retratados y nunca faltó un escritor que ayudara al político o al soberano con sus discursos.
La diferencia es que hoy día esto lo hace cualquiera y no hay ya a quien creerle, con muy pocas y contadas excepciones. Por eso, sigo prefiriendo el trato en persona, porque la realidad no tiene filtros o estos son más fáciles de detectar; digo yo, aunque se han visto casos.