Gente que Cuenta

El rey del mar, por José Antonio Puglisi Spadaro

William Turner Atril press
William Turner,
Tormenta en el mar, c. 1824

Este relato resultó ganador del concurso de Atril.press en su segundo aniversario

El inesperado golpe de una ola sacudió a la diminuta barca de madera y chapa. Félix despertó por el impacto. Dentro de su corazón, tenía la esperanza de que la embarcación hubiera encallado mientras él soñaba. Pero su desilusión fue inmediata. A su alrededor, una llanura interminable de mar se tejía entre su humilde bote y el infinito.

Sintió como su boca se secó de golpe. Empezó a sudar y cuando parecía que estaba por perder la cordura, dio un golpe en la proa y maldijo al océano.

Se ahogaba en la desesperación al contemplar esa masa de agua asesina que acechaba anhelando su muerte.

Félix sabía que el mar se había convertido en su mayor verdugo. Si la bebía para saciar su sed, se deshidrataría en horas. Si volcaba, le hundiría hasta donde sus carnes fueran devoradas por los peces.

Quiso gritar, golpear con su remo la superficie azul y retar a una pelea cuerpo a cuerpo a Neptuno. Su imaginación divagaba por la insolación hasta el punto de imaginarse ganándole al dios, programándose rey de los siete mares y ordenando a una decena de delfines que le escoltaran hasta la orilla.

Nada de eso sucedió. Félix se dejó caer sobre sus redes de pescador y lloró las últimas gotas de agua que quedaban en su cuerpo.

Su mente volvía a desplegar las alas y viajaba a las remotas conversaciones que había tenido en ‘Candelita’, su bar favorito de La Habana.

Cuando se pasaba con la bebida, siempre volvía a la misma reflexión: lo insólito que le parecía que los náufragos morían antes de sed que de hambre. Lo contaba entusiasmado a sus colegas, pero ellos veían de mal augurio hablar de los muertos antes de zarpar. Así que le mandaban a callar o le tiraban una botella vacía desde el otro extremo de la sala.

Los odiaba por ello. Y odiaba ser un animal repleto de agua que iba a morir deshidratado. Pero, en realidad, lo que odiaba en realidad era la ironía de la vida.

El vaivén de las olas hizo dormir a Félix hasta que un nuevo golpe sacudió la nave de un extremo a otro. Pero el viejo pescador ya no abrió los ojos para ver la tierra que tanto anhelaba. Para ver una Habana que le recordaría cada noche en la ‘Candelita’ como al rey del mar.

jpuglisispadaro@gmail.com

Este relato resultó ganador del concurso de Atril.press en su segundo aniversario

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