El padre del artista, 1926
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Parece que fue ayer cuando, en agosto de 1985, me convertí en uno de los estudiantes internacionales en la casa de los Michaels en Wellesley, MA, EE. UU.
Cathy me adoptó de inmediato… pero el Señor Michael imponía respeto. Un día, me invitó de compras al centro comercial. Me sentí cómodo y llegué tarde a nuestro encuentro. Créanme, aprendí una lección sobre puntualidad.
Más tarde ese verano, tenía un ensayo pendiente y tímidamente le pedí a Míster Michael su opinión. El ensayo regresó todo en rojo y pasó por varias iteraciones hasta que quedó perfecto. Aprendí una lección sobre excelencia.
Un par de años después, volví a la casa de los Michaels. Don y yo disfrutamos varios momentos juntos esa primavera. Recuerdo que, en mi último día, extendí la mano para despedirme y él me abrazó fuertemente. Aprendí una lección sobre amistad y amor.
Papá luchó contra el cáncer durante años y, en este último capítulo, me enseñó dos lecciones. Durante su última hospitalización, llamé al Presidente y CEO del hospital, quien es colega y amigo, para que le brindara una visita de cortesía a papá. Sin saberlo, papá estaba “abordando algunas preocupaciones” con la enfermera jefa y le dijo: “¿Qué necesito hacer, llamar al presidente del hospital?” justo en el momento en que mi amigo entró en la sala. Papá me llamó y nos reímos durante minutos por teléfono. Aprendí una lección sobre mantener el humor en la adversidad.
Papá siempre salía adelante del cáncer y todos esperábamos que esta vez no fuera diferente. Cuando tuve el privilegio de visitarlo en sus últimos días -ahorraré los detalles de esos momentos que compartimos- me enseñó una lección sobre la resiliencia y la dignidad.
Tuve la suerte de tener dos padres. Mi padre biológico fue extraordinario. Mi padre americano lo fue también. Sus lecciones siempre están presentes y han sido parte de mi vida personal y profesional. Siempre estará con nosotros.
rubenjazocar@gmail.com