
Vendedor de aceite de serpiente, 2019
Fuente: https://www.invaluable.com/auction-lot/ayobami-adelaye-snake-oil-salesman-2019-14-c-9a94630833
Lo llamaban el salvador del pueblo, aunque sus bolsillos estaban tan vacíos como las promesas que más tarde nos perseguirían. Recuerdo verlo emerger de las sombras de nuestro descontento, una figura que parecía entender la ira latente que se había acumulado en nuestras comunidades por generaciones.
Su don no estaba en la riqueza ni en el poder tradicional, sino en algo mucho más potente: la capacidad de hablar al corazón de los desesperados. Se paraba frente a las multitudes en la plaza, sus palabras simples pero magnéticas, cortando la niebla de la jerga política para tocar algo crudo y real dentro de cada oyente. Mientras los políticos de élite hablaban en párrafos calculados, él hablaba en el lenguaje de la calle, de esperanzas y sueños postergados.
Para los campesinos desplazados que habían abandonado sus campos resecados por el sol, para los trabajadores que habían cruzado fronteras buscando algo mejor, se convirtió en un recipiente de sus aspiraciones. La élite descartaba a esta gente – mi gente – como criminales, drogadictos, degenerados. Lo peor de la sociedad, decían. Pero cuando él repetía estas mismas acusaciones, sucedía algo extraño: cada oyente se convencía de que seguramente él se refería a otros. No a ellos. No a su familia. Solo a esas otras “manzanas podridas” que todos sabían que existían en algún lugar en las sombras.
Las multitudes en sus mítines crecían, hinchándose con el peso de la esperanza colectiva. Vi cómo vecinos que nunca habían votado se registraban con férrea determinación. Veían en él un espejo de su propia dignidad, una oportunidad de ser finalmente vistos, de importar.
Pero el poder tiene una manera de revelar lo que siempre estuvo oculto bajo la superficie. Una vez que logró lo que quería, la máscara comenzó a caer. Esas palabras simples y directas adquirieron un tono más oscuro. Las distinciones entre inmigrantes “buenos” y “malos” desaparecieron. La promesa de justicia se transformó en una amenaza de expulsión para todos nosotros. Sin excepciones, sin matices, sin reconocimiento de las vidas complejas y los sueños que habían traído a cada persona a este momento.
Mirando hacia atrás ahora, entiendo cuán desesperadamente queríamos creer. Cómo la profundidad misma de nuestra esperanza nos cegó ante las advertencias que estuvieron allí todo el tiempo. Habíamos entregado nuestros sueños a alguien que sabía exactamente cómo sostenerlos a la luz, haciéndolos brillar con posibilidad, solo para destrozarlos con las mismas manos que una vez parecieron ofrecer salvación.

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