El tema es que la melena, desde el león, ha sido un ícono de poder. El hecho es que la cabellera, desde hace mucho, ha sido un símbolo de fuerza. Allá por el siglo XVIII las pelucas masculinas eran sofisticadas y en Francia los que podían pagar por ellas empleaban millares de peluqueros. Claro, después de la revolución tiraron las pelucas a la basura y esos peluqueros que antes las peinaban y cortaban tuvieron que buscarse otro lugar donde trabajar.
Asociarse a la fuerza animal es tal vez lo que busquen estos modernos melenudos derechistas como Trump, Boris Johnson, Miley y tantos otros que andan por ahí haciendo alarde de sus pequeñas melenas. Inclusive Trump lucha contra su calvicie cada vez más aparente. ¿Pero por qué es que la derecha se ha empeñado en usar la melena como factor icónico?
Es algo bastante reciente. Líderes poderosísimos de la primera mitad del siglo pasado eran bastante calvos. Recuerden a Eisenhower, Churchill, Lenin, Mussolini, y tantos otros. Tal vez haya sido en respuesta a eso que apareció la Beatlemanía. Es para pensar, porque estos que se las dan de melenudos no son modernos pero el hecho es que tenemos hombres calvos sin poder y melenudos aspirando a detentarlo, qué cosa rara, ¿no? Podrá ser rara, pero hay quien vea una oportunidad de hacer dinero con eso. ¡El gasto en propaganda para productos contra la calvicie duplicará en menos de ocho años!
Cuando yo rondaba los 40, antes de cumplir sus cuatro añitos mi hija viajó con su madre y no me vio por tres semanas. Al reencontrarse conmigo, desde los brazos de su madre, y visiblemente consternada me preguntó: “Papi, ¿quién te arrancó el pelo?”. Nunca me había sentido más calvo. ¡Ni siquiera cuando un peluquero en Maputo me dio un descuento en el corte porque era muy poco lo que había que cortar!