
Una habitación llena de gente, 2023
Aunque sé que van a aparecer muchos tratando de discutir mi punto de vista, lo voy a decir de sopetón y de buenas a primeras: no creo en eso de que uno no debe ponerse límites por la edad.
Claro que sí los hay, pero muchos tratan de negarlo, para hacerse creer que aún son jóvenes y que aún pueden hacer muchas cosas (muchas cosas que incluso ellos mismos ni intentan).
Tenemos límites hacia arriba y hacia abajo. Dudo mucho de que un niño de cinco años ande escribiendo una refutación a Kant. O un señor de 75 practicando breakdance. No podemos caernos a pasiones. Y si hubiera excepciones, solo serían la famosa excepción que confirma la regla.
Hay quienes tratan de negar y negarse su edad, usando cirugías, maquillajes y hasta mintiendo. Por cierto, una muy buena amiga, de tanto tergiversar la información, terminó olvidando o dudando, justo el día que estaba en el aeropuerto, entrando a un país donde son un poco estrictos. Como no pudo recordar su edad, según lo que decía el pasaporte, estuvo detenida, en prisión, cierto tiempo.
Es necio pretender ignorar lo que ya sabemos y posiblemente todo el mundo sabe. Y más tonto aún alegrarse de que nos digan que parecemos más jóvenes, sin en realidad serlo. No he sabido de un árbol que se alegre porque piensen que parece una semilla; o un gallo contento de que aún luce como un huevo.
Por otro lado, tengo un amigo que dice que él no se preocupa por el calendario, ni está pensando en la edad. No sé si sea posible. Volviendo a las analogías, que él mismo usa, un árbol no se pregunta cuántos años tiene; ni el mar ni el cielo, mucho menos.
Yo no estoy siempre pendiente de la edad que tengo, pero no estoy tratando de olvidarlo o de cambiarlo cuando me preguntan. Tal vez es un dato irrelevante para ciertas cosas. Pero en todo caso, el cuerpo o la mente se encargarán de recordarnos si lo que pretendemos está al alcance de los años que tenemos o, aun, de lo que en realidad podemos.
Ustedes sigan creyendo lo que mejor les parece, no les voy a cambiar sus ilusiones. Pero para convencer(se o me), deberían empezar por soltar ese teléfono y demostrar con hechos que todavía están jóvenes y que pueden hacer lo que quieren. Suerte con eso.

valenciano, autor de “Olímpicos e integrados”, ganador del Concurso de Narrativa Salvador Garmendia del año 2012 y “Página Roja”, publicado en la colección Orlando Araujo en el año 2017.
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Foto Geczain Tovar