
La funambulista, (detalle), s/f
“…si la olvido (la clave) tengo que hacer equilibrios en una cuerda floja a seis metros de altura…”
Iba a abrir el ordenador para comenzar a escribir, cuando del aparato brotó un aviso aparentando amabilidad, resiliencia, buena onda, etc. Era para decirme que ahora el fabricante pondrá a mi disposición una clave especial para acceder y guardar todos mis documentos y conexiones importantes, el summum del mundo del secreto.
Y lo único que dije, un grito que me salió del alma fue: “¿Otra clave?!!!” ¿Y tan pero tan, pero tan buena, que si la olvido tengo que hacer equilibrios en una cuerda floja a seis metros de altura con mi memoria y mis notas que andan por quién sabe dónde para encontrarla?
Las claves ocasionan más de un problema. No solo hay que tenerlas “seguras”, es decir, inventar una ensalada de letras, números y símbolos que “nadie” descifre. Hay que cambiarlas también cada cierto tiempo, con lo cual aquellos que trabajan en un sitio donde hay que tenerlas por fuerza y a montón, como empresas de ventas o servicios con departamentos on line, tienen aparatos que se las generan, a cada rato.
Yo, como no estoy en ese ramo, tengo que arreglármelas anotándolas, unas veces de forma más ordenada que otras, en papel y en el teléfono.
Es entonces cuando alimento al Fantasma de las viejas claves, que me visita de vez en cuando, porque me las deja en algún rincón perdido de mis archivos en la web, en el piso detrás de un armario, en una libreta vieja. Son recuerdos también de cuando vivía en otro país, tenía otro trabajo y otros socios.
Es realmente fantasmal.
¿No les pasa que se acuerdan de la vieja clave, pero no de la nueva y el aparato dice ominosamente: “Esa es una clave vencida ¿No sabes cuál es tu clave?”. Y vuelve a empezar.
Yo me he pasado en esos temas, con los bancos, las compañías telefónicas y la administración pública, horas.
Además, existe la doble autenticación. Cuando quiere la compañía, aunque metas la clave que es, no te dejan pasar, sino dicen que te llaman por teléfono para darte otra, y así terminas de entrar a lo que tengas que hacer. Cuidado que no se te caiga el teléfono, la red o te distraigas, para que tengas que volver a empezar desde el principio.
Con ese nivel de exigencia diaria, tengo una actitud de total resistencia y la imagen que se me viene: es la de dos personas de dibujos animados, una mujer que se debate entre unas manos enormes que la sacuden para que escriba bien su clave.
Añoro el momento en que desaparezcan, que parece que viene pronto, aunque la autenticación por huellas digitales o reconocimiento facial también tiene lo suyo. Veremos que trae la tecnología cuántica cuando se popularice su método.

es experta en el cultivo de huertos de hortalizas y flores.
lucygomezpontiluis@gmail.com