Una pareja discute. Él o ella mira hacia atrás mientras sale de la habitación y dice algo con una pizca de veneno. Ese es el último aguijón de la medusa muerta. Dos hombres pelean. Uno derriba al otro al suelo y le mete la bota. Ese es el último aguijón de la medusa muerta.
Edward James, el coleccionista surrealista que encargó a Salvador Dalí la fabricación del teléfono de langosta, tenía cuatro sobrinas y un sobrino, Angus James. Cuando Edward decidió construir un castillo y su propio Jardín del Edén en la selva tropical de Las Pozas, en México, Angus dejó Eton para convertirse en el amanuense de su tío. Edward, que no tenía hijos, le dijo a Angus que era su único heredero y que le dejaría todo.
En un gesto surrealista, Edward escribió un testamento para que lo leyera su abogado después de su muerte. En él, dejó sumas en efectivo a sus cuatro sobrinas en orden de belleza: 20.000 libras, 10.000 libras, 5.000 libras y 2.000 libras. Angus no recibió ni un penique y la fortuna multimillonaria fue a parar a un fideicomiso para mantener la finca campestre de Edward como museo para su colección surrealista. Para Angus, fue la última picadura de la medusa muerta, un cuchillo en la espalda del que nunca se recuperó del todo.
Más que una venganza, ese mordisco de la medusa marina invertebrada extinguida en la arena o cortada en dos por una lancha descuidada está impregnado de alegría malsana, esa cruel satisfacción que surge al presenciar los problemas, los fracasos y la humillación de otro. Las medusas (las carabelas portuguesas, las cajas australianas) son generalmente criaturas marinas que nadan libremente, impulsadas por sus campanas en forma de paraguas y armadas con tentáculos colgantes para capturar presas, alejar a los depredadores y picar al nadador desprevenido solo por el gusto de hacerlo.
Solo hay una forma de cambiar las tornas con una medusa y es comiéndola. Son un manjar en algunos países donde la picadura desaparece durante la preparación y la gelatina translúcida que se tambalea en su plato le recordará la última picadura de la medusa muerta al ser inodora, insípida, insípida y completamente desagradable.