
Collage, 1966
Fuente: @giusepperagazzini
¿En dónde confluyen lo íntimo y las pequeñas celebraciones que más valoramos con lo que permanece y se resiste al tiempo, con lo que hemos aprendido y nos ha quedado como experiencia vivida? ¿En qué coincide la posibilidad de expresar lo que sentimos, lo que no tiene forma, con el duende que aparece repentinamente a través del cante jondo o con las minúsculas repeticiones de la vida cotidiana? Pareciera que la invitación a celebrar el cuarto aniversario de El Atril es ese punto de convergencia, porque al convidarnos a escribir sobre todo lo mencionado, la página web de la querida Luli Delgado se convierte en una especie de Aleph, como lo imaginó Jorge Luis Borges, el punto oculto en la parte subterránea de una casa que, al contener todos los demás puntos del universo, al ser absolutamente inclusivo, permite contemplar simultáneamente todo. Atril es, decididamente, un Aleph de la intimidad, un delta de lo valorado personalmente, porque en lugar de ser un facistol que sirve al coro general y vuelca nuestra mirada hacia el gran escenario, con los papeles típicos del discurso público, contiene escritos para una mirada distinta, con la frescura de un patio interior, como los patios de ventilación cruzada de los conventos o de la arquitectura mediterránea.
Recuerdo cuando Luli Delgado me invitó a escribir para el Atril. La había conocido con Andrés Mata en el diario El Universal, de Caracas, donde mantuve una columna de opinión durante más de veinte y cinco años. Como era frecuente en cualquier columnista venezolano de la época, el dislate de la política y las mil caras de la crisis económica eran temas frecuentes en mis columnas. Creía que por medio de la reflexión podía contribuir en la cura de la locura colectiva. Luli me advirtió: “eso sí, nada de política ni de economía”. Me sentí desarmado. Si no escribía sobre los procesos colectivos que determinan nuestra vida, ¿sobré qué iba a escribir? Sentí como si el Atril me pedía que me quitara la máscara, que me deshiciera del segmento de la psique que mira al mundo exterior y que busca la adaptación, para dejarme sólo con el ánima, la imagen del alma, el complejo de la personalidad que lleva hacia adentro. Con el tiempo, me sentí libre para abordar temas que, en principio, no eran importantes, no estaban sobre la palestra pública, no formaban parte del tráfago de ideas debatidas en los movimientos colectivos, pero eran contenidos que buscaban expresión porque hablaban de las pequeñas sensibilidades que en el fondo, detrás de los velos, dan sentido a la vida individual.

Ensayista, psicólogo y economista, es ante todo un crítico de la cultura. Diplomado por el C.G. Jung de Zúrich, su último libro es ‘Erotismo, vanidad, codicia y poder. Las pasiones en la vida contemporánea’, publicado por Turner.