
Fuente: https://www.johnmckie.co.uk/
En un artículo anterior* describía a una persona que mentía exageradamente acerca de sus bienes, propiedades o situación económica.
Sus mentiras eran realmente fantasiosas y la vez que el grupo a que pertenecía le hizo ver que sabían que todo era mentira, respondió ¿y si es verdad?
¿Por qué miente el mitómano?
Podemos presumir que esos individuos poseen rasgos psicológicos y emocionales que explicarían su necesidad compulsiva de mentir.
El mitómano suele sentirse inferior o insuficiente, y utiliza la mentira como una forma de construirse una identidad más aceptable o admirada. Las mentiras pueden servirle para generar simpatía, respeto o admiración y de esa manera rellenar su baja autoestima y necesidad de aceptación y compromiso.
Con sus mentiras el mitómano busca desesperadamente la aprobación de los demás, de allí que inventa historias que lo colocan en un papel heroico o víctima excepcional.
En algunos casos hay tendencias narcisistas. No necesariamente un trastorno narcisista, sino una imagen grandiosa de sí mismo que necesita sostener con relatos ficticios, exagerando logros, relaciones o sufrimientos.
En el fondo en todo mitómano hay dificultades para enfrentar la realidad, por eso se refugia en la fantasía como mecanismo de defensa ante situaciones dolorosas o frustrantes. Sus mentiras suplen carencias afectivas, traumas o vacíos personales.
Otro de los rasgos patológicos de estos individuos es la impulsividad o falta de control. Mienten casi sin control, muchas veces sin una finalidad clara; la mentira surge como un reflejo automático ante el estrés social o emocional.
A la baja autoestima se unen problemas de identidad o dificultades para definirse o aceptarse tal como es. Las mentiras se convierten en una forma de crear un yo más tolerable.
Algunos mitómanos sienten culpa después de mentir, pero otros no, lo cual puede complicar el diagnóstico diferencial con trastornos como el trastorno antisocial.
Un embustero común y un mitómano no son exactamente lo mismo, aunque ambos mienten.
La diferencia con un embustero común, es que este miente por conveniencia, manipulación, diversión o hábito, pero lo hace de manera intencional y consciente. Sabe que está mintiendo y suele hacerlo por un beneficio concreto.
Todo mitómano es un mentiroso, pero no todo mentiroso es un mitómano.
El mitómano necesita atención o aprobación, y sus mentiras suelen ser más elaboradas y frecuentes.
*https://www.atril.press/mitomania-por-getulio-bastardo/

Médico psiquiatra clínico, profesor universitario jubilado en Venezuela y activo en Perú, casado, con seis hijos y seis nietos. Soy un viejo feliz
getuliobastardo@yahoo.com.mx