Es posible que mudarse sea un arte. Pero además es una técnica fundamental. En alguna parte del programa de las escuelas primarias deberían enseñar cómo se hace. Establecer unos principios y de allí extrapolarlos a los diferentes tipos de mudanzas que existen, porque no solo se trata de llevarse los muebles y la ropa, sino muchas veces de cambiar de trabajo, de ideas o de vida.
Como en todo programa escolar, habría que empezar por el ABC. Los principios de ir de un lugar físico o mental a otro. Qué o a quién tienes, qué o a quién te llevas. Qué dejas.
Las distintas clases sociales tienen su manera de mudarse, tanto de clase, como de piso, de club o de ciudad.
Hay denominadores comunes, cosas repetitivas en el modo en que se producen.
No son fáciles, pueden ser largas, costosas y con resultado dudoso, porque puedes tardar una vida preguntándote si no dejaste atrás algo que te deberías haber llevado, viéndolo mentalmente tirado en una esquina, como reclamándote.
Las de piso son especialmente fastidiosas. Desde envolver muebles, ropa y juguetes, encontrar transporte, hasta ver cómo se acumulan las cosas en la nueva casa o piso sabiendo que indefectiblemente tendrás que desempacar y volver a ordenar. Es traumático. Los objetos forman montañas que no bajan nunca.
Aún recuerdo una de cuando era adolescente y me mudé a una urbanización donde había comprado mi mamá un apartamento pequeño. En mi memoria, todavía veo los libros y las carpetas que hubo que dejar en la vieja casa donde vivíamos, porque no cabían en la camioneta donde nos ayudaban a llevar las cosas.
Además de las mudanzas físicas hay otras casi más costosas: las sentimentales y las ideológicas. Son terribles. Uno siempre se sigue preguntando si ha hecho bien o no al cambiar de familia, al dejar atrás a los demás y adentrarse en un nuevo mundo íntimo.
En las mudanzas ideológicas, la vida te empieza a parecer distinta y te preguntas cómo es posible que antes no la vieras así. Vas encontrando soluciones radicalmente distintas a asuntos importantes.
Sé que existen conversiones relampagueantes, como la de San Pablo en el camino de Damasco, cuando una idea de repente te toma la cabeza y te convence tanto que no puedes dejar de pensar en eso. Pero no es lo mío, hasta ahora mis mudanzas ideológicas me han llevado de universo a universo poquito a poco. Cuando vuelvo la mirada al pasado, mi camino ha hecho, gracias a las mudanzas, unas cuantas curvas…¿Y el tuyo?