El teléfono sonó pasadas las dos de la mañana. No me había dado cuenta de que llovía tan fuerte. El mensaje preguntaba si estaba dormido. La respuesta a la pregunta era obvia, así que me preocupé.
– ¿Pasa algo? ¿Estás bien?
-Sí. Todo está bien, pero tengo mucho miedo. La tormenta está muy fuerte. Las ventanas parecen se van a salir, y el agua está entrando por todos lados.
Mientras escribía, yo buscaba los zapatos y terminaba de vestirme.
-Voy para allá.
No parecía que la tormenta terminaría aún. Y cuando escribió de nuevo ya estaba saliendo para su apartamento.
Seguía lloviendo con fuerza. Había ramas rotas en la calle, la luminaria de uno de los postes colgaba de un cable, había piedras en el camino y mucho barro.
Cuando llegué, ella se escondía tras una columna del estacionamiento. No era una travesura, era un genuino miedo a los truenos. Nunca la había visto tan nerviosa. Al subir, estuvo más tranquila. El agua había entrado por entre las ventanas. Los vidrios se estremecían. La cocina era un lago. La alfombra de la sala estaba empapada.
Faltaban unas horas para amanecer. Juntamos algunas cosas del piso, cerramos mejor las ventanas y la acompañé a su cuarto. Cada vez que se veía la luz de un rayo, ella se agarraba con fuerza a la cobija y recordé un juego que hacíamos mi papá y yo.
-Contemos los segundos entre la luz y el sonido del relámpago. Calculemos qué tan lejos está la tormenta.
Estaba casi sobre nosotros, pero le dije que la tormenta estaba un poco lejos. Eso le tranquilizó mucho. Una pequeña mentira blanca muy conveniente.
Desperté como a las seis, y como si me esperara, ella abrió los ojos cuando medio me moví. El ventanal mostraba el cielo totalmente despejado y el sol empezaba a salir sobre el mar.
Ninguna de las ventanas se había desprendido. Ella soltó la cobija con alivio y me abrazó. Cuando me vio, sus ojos tenían el brillo de uno de esos relámpagos en la oscuridad. Se arrimó sobre mí recostándose sobre mi pecho y me pidió dormir unos minutos más. Se sujetó a mi franela, como a la cobija, y dejó escapar un suspiro, mientras se quedó totalmente dormida.